23 de mayo de 2018

“La llamada de la tribu”: La travesía intelectual de Mario Vargas Llosa

Siempre que he escrito una reseña de alguna obra, he procurado destilar la esencia de los contenidos que a mi juicio eran los más relevantes y, aparte de emitir mis apreciaciones sobre las aportaciones identificadas, también he intentado ofrecer una síntesis útil para algún hipotético lector que, por uno u otro motivo, aún no hubiera accedido, o no pudiese hacerlo, al texto original. Sin lugar a dudas, lo recomendable es que cada lector se sumerja de lleno en las páginas de un libro y complete su recorrido, de principio a fin. Sin embargo, no es menos cierto que una buena recensión, que sea entendible, objetiva, equilibrada, completa y sistemática, puede ser una valiosa ayuda para quien desee asignar eficientemente su escasa dotación de tiempo. Hay publicaciones que por su calidad, interés, minuciosidad, construcción u originalidad deben ser leídas y releídas en su integridad. Otras, sin embargo, aun las de considerable extensión, admiten un proceso de cribado sin incurrir en un excesivo -a veces incluso inapreciable- coste de oportunidad. La magnitud del valor añadido respecto a la producción total puede situarse en una proporción lo suficientemente moderada como para que, en lugar de una lectura completa, merezca la pena centrarse en una reseña, siempre, naturalmente, que reúna los atributos mencionados, lo que, desde luego, no es en absoluto un reto sencillo.

Después de completar la lectura -en realidad, ya en el transcurso de la misma- de “La llamada de la tribu”, tenía claro que renunciaría a la pauta habitual de plasmar los rasgos esenciales de su contenido con ese afán de facilitar una aproximación al mismo. Al margen de la relevancia de los temas planteados y de la altura de la incursión que el escritor peruano lleva a cabo, la propia disección de las obras de los pensadores seleccionados, en una a veces extensa pero apretada síntesis, no viene sino a añadir dificultad a la tarea y, por su calidad literaria, expositiva y argumental, también a desalentar cualquier intento de adaptación concisa. De ahí que la simple transmisión de la impresión suscitada, en primera instancia, por la lectura de dicha obra sea el único propósito acometido en estas líneas.

La obra se titula “La llamada de la tribu”. Puede tener fundamento, en tanto en ella se hace un recorrido por aportaciones intelectuales señeras acerca de los factores que marcan la dialéctica entre el retorno de la sociedad a los instintos tribales y el progreso hacia cotas cada vez mayores de civilización, progreso y libertad. En la interpretación popperiana, el espíritu de la tribu representa el anhelo por un mundo colectivo libre de responsabilidades individuales. Vargas Llosa no pretende realizar un tratado ni una historia de la doctrina liberal, sino una especie de rendición de cuentas personal acerca de los personajes que más han influido en la conformación de su pensamiento.

Si calculáramos el porcentaje que la prosa del Premio Nobel de Literatura representa sobre el caudal intelectual del septeto seleccionado, seguramente sería francamente exiguo. Lo sorprendente es que, aun siendo así, dentro de los confines de una edición de dimensiones relativamente menores, logre proyectar con tales dosis de destreza, conocimiento y pedagogía semejante patrimonio humanístico. Mario Vargas Llosa no se limita a un relato lineal de los registros creativos de ese peculiar elenco de pensadores, sino que sintetiza, destaca, traduce, contextualiza, interpreta y entrelaza sus diferentes hitos. Y todo ello sin esquivar las críticas y los distanciamientos, cuando procede, con cada uno de ellos, como prueba de su posicionamiento activo contra cualquier tipo de visión monolítica. Incluso a veces da la impresión de que extrema su celo por hacer hincapié en una serie de precisiones sobre sus posiciones, enfatizando, por ejemplo, su distanciamiento respecto al liberalismo de corte manchesteriano o proclamando adhesiones a interpretaciones de las crisis económicas típicas de la “corrección política”. No en menor medida incide reiteradamente en defender la idea de que, en lugar de su posible identificación con el conservadurismo, el liberalismo constituye la forma más avanzada de democracia.

El autor recoge en este libro los mimbres, los poderosos mimbres que impactaron en una mente, otrora refractaria y sectaria, para completar un viaje, y todo un viraje, ideológico e intelectual de gran relieve. Solo quien haya efectuado una transición similar, desde la espesura de una mente subyugada por los impulsos del corazón hasta la recuperación de todos los ángulos de visión, puede comprender la significación de ese proceso íntimo y la transformación que desencadena. Únicamente a partir de esa experiencia resulta posible valorar en su justa medida lo que representa la liberación de los fórceps intelectuales camuflados en un supuesto armazón científico puro y benefactor. Las ideas importan, para lo bueno y para lo malo. La historia acumula una amplia gama de experiencias que lo acreditan, a través de episodios muy distintos, unos de avance económico y social; otros, de muerte y terror.

He de reconocer que la obra reseñada me ha impresionado en muchos aspectos. La desenvoltura con la que Vargas Llosa se maneja en la exposición de algunos temas económicos, como en la sinopsis de los escritos de Adam Smith, no es el menor. Sus algo más de dos años de dedicación a este proyecto, aun a costa de sacrificar su producción novelística, han merecido la pena. A mi juicio, se trata de un magnífico compendio de las aportaciones de insignes pensadores, en buena medida infravalorados o cuasi-ignorados, en ciertos casos, dentro de las corrientes intelectuales dominantes, algunas de ellas con peligrosas tendencias monopolizadoras o excluyentes, desde la creencia de estar en posesión de la verdad absoluta. Es de admirar la lucidez y el valor de algunos de ellos en mantener, con todos los elementos en contra, posiciones de defensa de los fundamentos de una sociedad libre.

Esta genuina pieza literaria y filosófica contiene multitud de referencias valiosas para una sosegada reflexión sobre cuestiones básicas relacionadas con la evolución de la sociedad. Es una lástima no haber podido percibir en su momento la luz de ese pensamiento antidogmático, pero tal vez solo se aprende de verdad a partir de las vivencias concretas que a cada uno nos toca afrontar. También es una pena que Vargas Llosa no tenga ahora 50 años, pero quizás su visión actual no sería tan enriquecedora ni habría sido posible sin su larga travesía ideológica e intelectual en el camino hacia la plenitud de la libertad de pensamiento.

Según manifestaba en una entrevista concedida a la revista The Economist en abril de este año, en la que su interlocutor aludía a la falta de un capítulo de conclusiones, el autor lo considera “un libro abierto como la sociedad abierta de Popper, que puede continuar renovándose a sí mismo, reintegrando, modernizando capítulos que pueden ser añadidos”.

No sabemos si veremos una próxima edición revisada y ampliada de “La llamada de la tribu”. Lo que sí queda claro es que, afortunadamente, seguirá expandiéndose el arsenal creativo de Mario Vargas Llosa, quien declara que espera continuar escribiendo “hasta mi último día… Espero morir con la pluma en la mano. Esto sería parte de mi ideal… continuar como si uno fuera inmortal y que la muerte llegara de repente como un accidente”.

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