En el transcurso de una intervención hablada, o en la redacción de un texto, ¿quién, en alguna ocasión, no se ha sentido incómodo, al tener que hacer referencia a su propia persona? ¿Cuál de las siguientes sería la fórmula más adecuada: a) ¿Fui yo el encargado de llevar a cabo esa tarea; b) Yo mismo fui el encargado de llevar a cabo esa tarea; c) El encargo de llevar a cabo esa tarea recayó en mi persona; d) Fuimos nosotros los encargados de llevar a cabo esa tarea…?
De las distintas opciones posibles, el recurso a un escueto “yo” suele resultar un tanto rotundo, parco, o incluso abrupto. Entonces surge la sensación de la necesidad de arroparlo de alguna manera o de acompañarlo a fin de atenuar lo que podría interpretarse como una proclamación de nuestro ego. Dependiendo del contexto, cada una de las alternativas puede parecer más o menos apropiada. Y no es infrecuente que la palabra “mismo” ejerza esa función de escolta, sin que, de antemano, podamos saber la causa última que lleva al orador o al escritor a hacer uso de ella.
Así, no deja de causar una cierta sorpresa saber que, en la lengua inglesa, según relata Michael Skapinker (Financial Times, febrero 2018), el uso de “myself” y “yourself”, catalogado como un error gramatical, produce una considerable irritación entre algunos lectores o interlocutores.
Son varias las teorías que el citado articulista plantea como posibles explicaciones de su empleo en lugar de, respectivamente, “me” y “you”.
La pomposidad es una de ellas. Es verdad que, a veces, el “yo mismo” tiende a enfatizar el hecho de que la acción considerada es realizada expresamente por quien habla, para reforzar el rango de aquella o el de la responsabilidad asumida. Pero, en otras situaciones, más que pretensiones de autoridad pueden encontrarse connotaciones de mera suficiencia.
La austeridad del parco monosílabo del que estamos hablando, que llega a su mínima expresión -escrita, que no oral- en Inglés, es otra de las líneas explicativas. Se combate la austeridad con algún gasto adicional.
El columnista del Financial Times añade otra posible causa, la de evitar la confusión potencial entre “you” y “I, algo que no se percibe con claridad en el ejemplo aportado (ante la duda entre “thank you for the information you sent to my colleague and me” y “...to my colleague and I”, utilización de “…to my colleague and myself”).
Finalmente, se alude a la visión de quienes defienden la corrección del uso de “myself” y “yourself” como pronombres no reflexivos, sobre la base de que la gramática correcta es la que la gente utiliza al hablar o al escribir, no la que se deriva de guías y libros prescriptivos. Los más puristas, en cambio, propugnan que se empleen solo como formas reflexivas o con una finalidad de énfasis.
La falta de una forma tónica reflexiva para la primera persona en la lengua española nos lleva a una situación un tanto diferente a la descrita, pero la adición de “mismo” (o “misma”, aunque no es lo mismo “yo misma” que “ya mismo”) permite establecer un paralelismo.
En fin, a la hora de decir quién ha escrito un texto, si nos vemos afectados por el vértigo de la soledad del pronombre en primera persona, o si tenemos algún reparo en expresarlo abiertamente, podemos recurrir al “síndrome del padre de la hija de Ryan”. Así, por ejemplo, sin ir más lejos, esta nota ha sido escrita por el autor del texto que conforma la misma.