Para
un millennial, hacer el viaje
Málaga-Madrid en dos horas y media puede ser una trivialidad; para un miembro
de la pretérita generación de los baby-boomers
es algo que todavía parece increíble. En el año 1973, en mi primer viaje en
tren a Madrid, por motivo de mi incorporación al mercado de trabajo, invertí,
en un moderno Talgo, casi siete
horas; y, aún a mediados de los años ochenta, experimenté lo larga que podía
ser una noche a bordo del Costa del Sol.
A
finales de 2007, el AVE aterrizó en Málaga. No fue un camino fácil, plagado
como estuvo de trabas y de posiciones escépticas cuando no contrarias. El AVE
se fue expandiendo selectivamente por la geografía hispana, acompañado de
muestras de satisfacción. Sin embargo, la aparición de estudios de expertos en
la evaluación de proyectos públicos ha venido a aguar la fiesta, en la medida
en que sus resultados no avalan la rentabilidad de nuestra joya de la corona.
El escaso impacto en la sustitución de los desplazamientos en automóvil es una
de las causas identificadas.
No
obstante, cuando uno reflexiona acerca de los cambios acontecidos, que exceden
de la mera actividad del transporte, no tiene más remedio que mostrarse un
tanto refractario al dictamen de tales cálculos. Y hemos de dar gracias de que
no nos viésemos abocados a una situación de “parálisis por el análisis”. De
haber seguido el dictado de informes como los mencionados, aparecidos ex post,
el AVE no habría alzado el vuelo en España.
Ahora
bien, hubo estudios previos que respaldaron la construcción de la línea
Córdoba-Málaga, como el encargado por la Junta de Andalucía a Analistas
Económicos de Andalucía, que, en el año 1998, concluía que dicha iniciativa era
“un proyecto con una significativa rentabilidad desde el punto de vista
socioeconómico, del que se podrían generar resultados muy positivos para la
economía andaluza”. ¿Se ha confirmado aquel pronóstico?
Antes
de aportar cifras, no está de más constatar los cambios cualitativos inducidos
por el AVE. Este ha conllevado un efecto global para el conjunto de Málaga y
otras áreas beneficiarias que puede sintetizarse en su adscripción a la categoría
de (macro)bien colectivo, que da la posibilidad de acceder a la red de Alta Velocidad.
Gracias al AVE, se ha atenuado el carácter periférico de Málaga, a raíz de la
alteración de la relación espacio-tiempo. Y con ello se han transformado las
relaciones empresariales, profesionales, de ocio e incluso familiares.
Por
lo que se refiere al análisis económico de la inversión en infraestructuras, a
corto plazo es relevante el multiplicador del gasto, que, en el caso que nos
ocupa, se cifró en 1,7. Así, la inversión inicial en la línea Córdoba-Málaga,
de 2.450 millones de euros, dio lugar a un incremento adicional de producción
de más de 1.700 millones de euros, para alcanzar un total de más de 4.200
millones. Para hacer frente a dicha demanda se crearon 30.800 puestos de
trabajo durante el período de ejecución.
A
fin de calibrar el impacto a largo plazo, Analistas Económicos de Andalucía ha
efectuado estimaciones de la elasticidad de la producción respecto al stock de infraestructuras ferroviarias,
resultando un valor de 0,14. Es decir, si dicho stock aumenta un 1%, el PIB se incrementaría un 0,14%. A partir de
la reconstrucción de series se concluye que el crecimiento del PIB de la provincia
de Málaga en el período 1992-2017, sin el AVE, habría sido del 2,6% en promedio
anual, en lugar del 2,8% alcanzado. Así, cabe imputarle un diferencial de
crecimiento de 0,2 puntos porcentuales al año. De no haberse realizado las
inversiones referidas, el PIB actual de Málaga sería inferior al real en un
6,5%, y el número de personas ocupadas, en un 5,3%.
Pero
su verdadero impacto va más allá de las cifras macroeconómicas, al generar una
serie de efectos positivos, muchos de los cuales no se computan en los cálculos
económicos. El AVE ha reconfigurado las conexiones entre las ciudades,
propiciando un efecto escala y, en general, ha favorecido la vertebración y la
integración territorial. La transformación del sistema de transporte origina
importantes ventajas para el desarrollo del tejido productivo y la realización
de actividades económicas, e impulsa los flujos turísticos, favoreciendo su
diversificación.
Asimismo,
el sistema de Alta Velocidad permite cosechar otros beneficios para la sociedad,
tales como el ahorro del tiempo de viaje y la minoración de diversos efectos
externos negativos (en relación con la siniestralidad, la congestión y el medio
ambiente).
La
realización de un análisis coste-beneficio en el que se computan algunos de los
efectos mencionados, que, aunque no se materialicen en flujos monetarios
efectivos, se prestan a estimaciones económicas, pone de relieve que, adoptando
un horizonte temporal de 30 años, la línea de AVE Córdoba-Málaga arroja un
valor actual neto claramente positivo, con una tasa interna de rentabilidad
algo superior al 5%.
A lo
largo del período 1992-2017, la economía malagueña creció a una tasa anual
media acumulativa del 2,8%, claramente superior a la de España (2,1%). A pesar
de ello, el PIB per cápita sigue por debajo de la media española, situándose en
un 79,3% de esta. Esa dificultad de convergencia viene en parte explicada por
el mayor ritmo de crecimiento poblacional en Málaga, de más de un 40%, frente a
un 20% en España. Tampoco puede olvidarse que el PIB per cápita de Málaga
aumentó en términos reales más de un 41% entre los años señalados.
En
cualquier caso, los retos económicos y sociales planteados son enormes. Para
que la provincia de Málaga pueda prolongar su etapa de dinamismo y superar
tales retos se hace necesario crear las condiciones adecuadas. Las
infraestructuras se conciben como uno de los pilares de la prosperidad, junto
con unas instituciones sólidas y eficaces, y la estabilidad macroeconómica. Y
para que esos pilares se traduzcan en competitividad resulta imprescindible la
contribución del capital humano y la de una fuerza impulsora integrada por
empresarios con connotaciones schumpeterianas.
Todo
ello requiere de un análisis específico. Ahora, al conmemorar el décimo
aniversario del AVE Málaga-Madrid, lo que procede es celebrar que se dispone de
esa infraestructura tan beneficiosa para Málaga y Andalucía, y recordar a
quienes, en 1988, comenzaron a enarbolar la bandera de este proyecto
estratégico, y a quienes luego lograron que se mantuviera izada.
(Artículo publicado en el diario "Sur", el día 3 de febrero de 2018)