En junio de
este año se ha conmemorado el 40º aniversario de la celebración de las primeras
elecciones democráticas tras la dictadura franquista. El reconocimiento de la
importancia de dicho evento no debe, sin embargo, eclipsar otro hito acaecido
pocos meses después que aportó el soporte económico y social imprescindible
para que la transición política pudiese coronarse con éxito, la firma de los
Pactos de la Moncloa.
En el año
1977, España llegaba a un momento culminante en el proceso de reforma política
sumida en una crisis económica que fue calificada como grave por su duración
temporal, profunda por su huella en las principales variables, mundial por su
dimensión y extensión, y, lo que era más preocupante, capaz de abortar la
democratización en ciernes. La economía nacional presentaba un cuadro de
indicadores ciertamente preocupante: la inflación se había disparado con
crecimientos de precios superiores al 20% anual, mientras el paro iniciaba una
senda ascendente, el déficit exterior llegaba a niveles preocupantes y, con una
presión fiscal que no superaba el 20% del PIB, las finanzas públicas estaban
sumamente limitadas para proveer los servicios y las prestaciones sociales que
definen el perfil de un Estado moderno. Además, la economía española arrastraba
una serie de características estructurales que la hacían muy vulnerable a una
crisis con un alto componente de oferta, como fue la de los años setenta.
Qué duda
cabe de que la designación del profesor Enrique Fuentes Quintana como
Vicepresidente Económico del primer Gobierno de la democracia fue clave tanto para
el enfoque como para el diseño del programa de política económica contenido en
los Pactos de la Moncloa, respaldados, en el mes de octubre de 1977, por el
conjunto de las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
No hay
recetas económicas que puedan aplicarse mecánicamente en cualquier situación.
No hay ningún programa de política económica que pueda diseñarse en el vacío,
sin atender a las circunstancias y condicionantes de cada momento y lugar, sin
considerar las restricciones y los márgenes de actuación existentes. Sí hay,
por el contrario, algunos principios básicos que, por su naturaleza y alcance,
trascienden de situaciones concretas. Algunos de ellos fueron expuestos por
Fuentes Quintana en el discurso que dirigió al país en una memorable intervención
televisiva del día 8 de julio de 1977: “Los
problemas económicos de un país sólo pueden superarse mediante el esfuerzo y la
colaboración de todos... La situación de la economía española no autoriza a
nadie a proponer y a prometer soluciones fáciles. Quien lo haga no construye la
democracia, practica la demagogia...”.
Los Pactos
de la Moncloa constituyen un valiosísimo legado por un doble motivo: primero, y
fundamental, por representar un hito en la calidad institucional y de
gobernanza, que aportó la imprescindible estabilidad política y social en una
fase decisiva para la construcción del régimen democrático; segundo, por la
metodología y el enfoque adoptados para la elaboración del programa de política
económica necesario para abordar una crisis económica de connotaciones
singulares e irrepetibles.
La política
económica de los Pactos de la Moncloa se articulaba en dos componentes que respondían
a dos estrategias primordiales: i) una política de ajuste global, encaminada a
lograr el saneamiento macroeconómico; ii) una política de ajustes positivos,
que, con una orientación microeconómica, pretendía, mediante reformas
estructurales, que los mercados, tanto de factores como de bienes y servicios,
funcionasen de manera eficiente y competitiva.
En
definitiva, quienes estaban al frente de los destinos económicos del país eran
conscientes de que el éxito en la superación de la crisis y, con ello, la
consecución de la meta de la consolidación de la democracia, radicaban en la
necesidad de acometer acciones urgentes simultánea y paralelamente en dos
planos: por un lado, el de la estabilidad macroeconómica, tratando de cortar la
peligrosa espiral inflacionista, asociada a unos tipos de interés hoy
inconcebibles, y de frenar la sangría del déficit exterior, como tareas
prioritarias; por otro, emprender la reforma de los mercados y de los sectores
a fin de propiciar una estructura económica moderna con opciones de ser
competitiva y de integrarse en el espacio económico europeo.
Algunos de
los criterios previos recogidos en el documento aprobado son bien expresivos de
la toma de conciencia de la situación, de la altura de miras y del ejercicio de
la responsabilidad política: “Todos los
partidos políticos presentes en la reunión coinciden con el Gobierno en la
necesidad de adoptar una serie de medidas monetarias, financieras y de empleo… que
permitirían restablecer en un período de dos años los equilibrios fundamentales
de la economía española”.
Aun
reconociendo la relevancia de la recuperación de los equilibrios
macroeconómicos básicos, el documento contenía asimismo una amplia batería de acciones
específicas para una serie de áreas con gran relevancia económica y social. Una
simple enumeración de las mismas puede servir como recordatorio de la
conveniencia de que el marco de actuación básico de las “cuestiones de Estado”
cuente con un refrendo político lo más amplio posible: reforma fiscal, control
del gasto público, política educativa, política de urbanismo, suelo y vivienda,
reforma de la Seguridad Social...
“Juzgar positivo y esperanzador para la
superación de la crisis y la consolidación de la democracia el acuerdo
referido, cuyo contenido estima necesario y adecuado... Llamar a las fuerzas
sociales a prestar su apoyo solidario para la superación de la crisis económica
que atraviesa nuestro país”.
Quizás
alguien esté inclinado a pensar que las anteriores declaraciones pudiesen ser
fruto de alguna fabulación narrativa, pero realmente corresponden a la
resolución del Congreso de los Diputados de fecha 27 de octubre de 1977 en
relación con los Pactos de la Moncloa. Cuarenta años después, dicho acuerdo, plasmado
en un librito que entonces podíamos adquirir a un precio de 50 pesetas y que
hoy podemos descargar inmediatamente y de forma gratuita de Internet, sigue
siendo una fuente de inspiración de un valor inestimable para la actuación en
las esferas política y económica.
(Publicado
en el diario “Sur”, el día 16 de octubre de 2017)