Recibo
un correo electrónico de Stuart Kirk, columnista del diario Financial Times,
quien me dice que, a raíz de algunos de los últimos posts de este blog, ha
escrito un artículo, titulado “In a fake world, a verification revolution is
needed?” (19-7-2024). En él argumenta que, en un mundo donde la tecnología
otorga, cada vez de forma más convincente y sofisticada, apariencia de
verosimilitud y autenticidad a textos, imágenes, composiciones y creaciones de
todo tipo, el hacer algo se convierte en menos importante que probar quién y
cómo se ha hecho. Recuerda que cada vez es más frecuente ver los detalles del “making
of” de los documentales, pero pronto, aventura, será necesario ver el “making
of” del “making of”…
Los
procesos de verificación y certificación son ya habituales en el mundo
empresarial, y se extienden a una gama de cuestiones que no paran de ampliarse.
Como tampoco los conflictos de intereses, que no son siempre fáciles de controlar.
Kirk aboga por la apertura de las “cajas negras” de tales procesos.
Y
considera que no sólo los artistas y los empresarios deben adoptar estrategias
para probar la autenticidad: “Todos tenemos que hacerlo. Desde los estudiantes
de secundaria (¿sólo estos?) que escriben ensayos para profesores escépticos
hasta aquellos que trabajan desde sus casas… [que pueden] instalar una cámara
permanente. [También] llevar un rastreador. Los músicos pueden grabarse ellos
mismos mientras componen una canción, como hace Taylor Swift. A menos que un
novelista difunda los metadatos de su teclado junto con su nuevo libro, podemos
suponer que lo ha escrito ChatGPT”.
Admite
que “tales intrusiones parecen orwellianas. Pero probar nuestra buena fe es el
precio que tenemos que pagar para mantener la legitimación y la confianza.
Demos gracias a Dios que de aún valoramos ambas, al menos”.
Después de leer el artículo de Stuart, he quedado convencido de su planteamiento. Por ello, me disponía a adjuntar el correo que mencionaba al principio, pero no lo encuentro en la bandeja, no sé si como consecuencia del desfallecimiento temporal de CrowdStrike. Ha desaparecido también como contacto, aunque tal vez venga su dirección al final del texto de su artículo. Pero, pensándolo bien, es probable que no conteste. Ni siquiera Edmundo me ha escrito para recordarme la efeméride del séptimo aniversario de BTV, que ha llegado sin apenas darme cuenta.