Si nos atenemos simplemente a la gran
proliferación de artículos de opinión publicados recientemente sobre la
evolución de los regímenes políticos, no podemos sino apreciar los importantes
riesgos que se ciernen sobre la solidez de las democracias liberales. Riesgos
que, si observamos los ensayos aparecidos en los últimos años, no puede decirse
que sean nuevos.
El hecho de que un economista tan
influyente como Martin Wolf aparte reiteradamente el análisis de los problemas
económicos para abordar el curso de las democracias es un indicio patente de su
trascendencia. Uno de sus últimos artículos (“Fascism has changed, but it is
not dead”, Financial Times, 26-3-2024) ha despertado un interés extraordinario y
desatado una gran cantidad de comentarios no unívocos. Al margen de entrar en
el fondo de la cuestión, una parte de la controversia se ha focalizado en
aspectos de semántica. Entre éstos, el referente a la significación de la
noción de “Ur-Fascismo” planteada por Umberto Eco, e interpretada como “Fascismo
eterno”. Diversos comentaristas discrepan sobre el alance de “Ur”. Por otro
lado, la advertencia de Trump acerca de que habría un “bloodbath”, si no ganara
las elecciones del próximo mes de noviembre, ha generado también algunas diferencias
interpretativas. Así, hay quienes se ciñen a la amenazante literalidad de ese
vocablo; otros sostienen que fue empleado con una calculada ambigüedad, y otros
consideran que, en el contexto de la alocución, el mercado automovilístico, en
realidad se refería a un “economic bloodbath”.
En fin, más allá del interés intrínseco de la cuestión abordada, también lo tiene el del significado de las palabras. Especialmente en algunas ocasiones, aunque siempre es algo bienvenido, habría que efectuar cotejos constantes del contenido exacto de las palabras utilizadas. Antes de escribir algo texto no poético, o de proclamar un discurso con fines de comunicación, sería altamente recomendable saber de qué se habla cuando se habla… de lo que sea.