2 de marzo de 2024

Un manifiesto capitalista con raíces en el Manifiesto Comunista

 

Puede resultar paradójico, pero la tesis central que Johan Norberg sostiene en “The Capitalist Manifesto: why the global free market will save the world” (Atlantis Books, 2023; publicado en español en 2024) se inspira en una constatación que Marx y Engels recogían, en 1848, en el Manifiesto Comunista: “la burguesía ha creado fuerzas productivas más masivas y colosales que todas las generaciones pasadas juntas”, tras haber dejado sentado que “La gran industria ha creado el mercado mundial, que fue preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial ha impulsado una evolución inconmensurable del comercio, de la navegación, de las comunicaciones terrestres”.

Según Norberg, escritor e historiador sueco, “Marx y Engels se dieron cuenta mucho mejor que los socialistas de hoy día de que el libre mercado es una formidable fuerza progresista”, aunque “no supieron predecir que el capitalismo también extendería esta prosperidad dentro de y entre las naciones”.

Tampoco causa indiferencia su aseveración de que, a pesar de los difíciles años que se han vivido en las dos últimas décadas, plagados de perturbaciones económicas, pandemias y guerras, “en términos de bienestar humano, han sido los mejores veinte años en la historia de la humanidad”. En el libro se desarrollan argumentos teóricos para explicar las tendencias económicas y las percepciones sociales, que se complementan con una amplia batería de datos, lo que posibilita la comparación de distintos sistemas económicos. Así, se recoge que, entre los años 2000 y 2022, la pobreza extrema ha disminuido en una forma que no se había conocido anteriormente. En su opinión, es difícil imaginar una prueba más contundente, de que el progreso depende de una sociedad y de una economía abiertas, que la experiencia del confinamiento global vivido con motivo de la pandemia del coronavirus.

La esencia del capitalismo del libre mercado radica en que es un sistema que traslada la gestión y el control de la economía a miles de millones de consumidores independientes, empresarios, y trabajadores, permitiéndoles tomar sus propias decisiones sobre lo que creen que mejora sus vidas. A este respecto, reflexiona en torno a la experiencia de una mayoría de países africanos que, en los años sesenta del siglo pasado, eran más ricos y crecían más que algunos países asiáticos. Señala casos en los que la pobreza no deriva de una carencia de condiciones económicas favorables, sino de una falta de libertad. Asimismo, se apoya en las etapas del socialismo identificadas por Kristian Niemietz para analizar la evolución de países como Venezuela: “luna de miel”, “excusas”, y “esto no era el socialismo real”. Particularmente interesante es el análisis de la evolución de China.

Siguiendo la estela de algunas obras ya clásicas, describe en detalle toda la magia que hay detrás de poder disfrutar de una taza de café, acto que depende de una infinidad de decisiones, operaciones y transacciones dentro de una cadena que enlaza zonas remotas del mundo, sin recurrir a ningún tipo de planificación superior ni establecer una organización previa. Enemigo declarado del proteccionismo, considera que es imposible centralizar todo el conocimiento, que está sujeto a un cambio continuo. En un escenario en el que hay que afrontar sucesivos retos y obstáculos, ensalza la figura del empresario, que adquiere un carácter heroico.

En su análisis de la desigualdad, entiende que ésta puede ser positiva siempre que surja como consecuencia de que a una persona se le ocurra algo que haga que mejore la vida de los demás. Llama la atención en el sentido de que, por primera vez en la historia, la desigualdad en términos dinerarios no es la misma que la desigualad en el acceso a bienes y servicios, que antes sólo estaban a disposición de las élites. Menciona igualmente algunas situaciones paradójicas sobre la existencia de grandes corporaciones que dan lugar a aumentos de la productividad y a precios más bajos. La mejor política antimonopolio es, para él, el comercio libre y la apertura de los mercados. Consciente de los problemas medioambientales, sostiene que el “decrecimiento económico” sería lo peor que podríamos hacer por el mundo y por el clima.

Trazando un paralelismo con la conocida actuación de un emperador romano en un certamen de intérpretes musicales, en el que otorgó el galardón a un concursante sin haberle visto actuar, Norberg proclama que “el capitalismo ha significado el mayor progreso social y económico que la humanidad ha experimentado nunca”, a pesar de lo cual millones de personas lo rechazan, y le otorgan el premio al siguiente cantante, del que nunca han visto una interpretación.

El capitalismo global, asevera, necesita amigos, defensores y educadores. Lo cual, a la vista de la comparación de las corrientes dominantes en el ámbito de los medios de comunicación que hace poco destacaba The Economist, bastaría para calificarlo como “capitalista utópico”.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)




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