Recuerda Martin Wolf que, según
un antiguo chiste, “IMF”, siglas representativas del Fondo Monetario Internacional
(en su denominación inglesa), realmente no significan International Monetary Fund,
sino “It’s Mostly Fiscal”, es decir, “esto es más que nada fiscal”. Durante
bastante tiempo, sin embargo, en la fase posterior a la gran crisis financiera
internacional, no puede decirse que prevaleciera demasiado una directriz
limitativa del gasto público y de la deuda pública. Raro era encontrar voces
con mensajes presupuestarios restrictivos. La tesis dominante era que, sobre
todo en el ámbito de la Unión Europea, la aplicación de recetas de austeridad
presupuestaria estaba teniendo consecuencias altamente negativas, y que era
sumamente desacertado establecer reglas fiscales más o menos ortodoxas.
La irrupción de la crisis de
la pandemia sería un argumento indiscutible para reforzar ese punto de vista. No
obstante, después de la superación de ese tremendo shock, algunos
organismos económicos internacionales y numerosos analistas que hasta hace poco
clamaban contra el “austericidio” -término discutible en su tono semántico, y también
en su plasmación real- comenzaron a tomar conciencia de que, pese a todo, los niveles
de deuda pública podían haber emprendido una senda preocupante, que,
especialmente en un entorno de tipos de interés elevadas, podía acarrear
consecuencias no previstas y no deseables.
La reciente llamada atención
de una de las máximas dirigentes del IMF resulta particularmente reveladora. En
su discurso inaugural de una conferencia sobre la “Política fiscal en una era
de alta deuda”[1],
celebrada a mediados de noviembre de 2023, Gita Gopinath señalaba que “la combinación
de niveles de deuda mundial récord, tasas de interés más altas durante más
tiempo y perspectivas de crecimiento débiles plantea un triple desafío para las
autoridades… necesitamos un enfoque renovado en la política fiscal para
asegurarnos de que sea adecuada para su propósito”. A este respecto, destacaba
cuatro prioridades: i) considerar cómo pagarlo todo (“el gasto financiado con
deuda puede seguir pareciendo tentador. Pero eso sería un gran error…”); ii) comprender
las interacciones monetarias y fiscales; iii) evaluar las vulnerabilidades que
surgen no sólo de los niveles de deuda pública, sino también de la composición de
la deuda; y iv) encaminarse hacia una senda fiscal sostenible.
Subraya Gopinath que más de
100 países tienen reglas fiscales, pero las desviaciones son frecuentes, y
pocos han contenido la deuda desde la crisis financiera mundial.
Por su parte, Wolf señala que
la ratio de la deuda pública respecto al PIB de los países de alta renta se
sitúa en el 112% en 2023, dejando atrás el máximo del 124% alcanzado en 2020: “este
último se equipara con el máximo anterior alcanzado en 1946. Lo que hace esto incluso
más remarcable es que el anterior máximo ocurrió tras la Segunda Guerra
Mundial, mientras que el último máximo ocurrió en tiempo de paz”[2].
[1]
Vid. FMI, “Palabras introductorias de Gita Gopinath para la conferencia ‘Política
fiscal en una era de alta deuda”, 17-11-2023.
[2]
Vid. M. Wolf, “The looming threat of fiscal crises”, Financial Times,
22-11-2023.