Desde hace algunos años,
especialmente para algunos bancos europeos y españoles, se ha abierto una
brecha muy importante entre el valor contable y el valor del mercado bursátil.
En una primera aproximación, que exista una diferencia tan abultada -en algunos
casos, hasta de un 70%- entre el precio al que los inversores están dispuestos
a adquirir acciones y el valor que resulta de los libros contables sería
explicable por dos motivos básicos: i) por una notoria desconfianza de los
inversores respecto a que las cifras contables estén reflejando adecuadamente los
verdaderos riesgos de la actividad; ii) porque la rentabilidad que esperan de
las inversiones en acciones es muy baja en comparación con la que requieren
para invertir, de manera que procuran alcanzar las tasas de rentabilidad
deseadas ofreciendo un precio bajo por entrar en el capital. Por supuesto, intervienen
otros factores de alcance general y también específicos de cada entidad, pero los
dos señalados, no excluyentes entre sí, juegan un papel destacado.
No es, sin embargo, una cuestión
fácil de objetivar en términos cuantitativos. De entrada, porque la tasa de
rentabilidad exigida por los inversores para llevar a cabo una inversión, el
denominado coste del capital, no es una variable observable directamente, como
sí lo es el coste de la deuda. El coste del capital suele estimarse a partir de
sofisticados modelos o de estudios de mercado.
Es significativo, como ha puesto
de relieve el Banco Central Europeo[1],
que el coste del capital (COE) de los bancos haya sido consistentemente más
elevado que la rentabilidad sobre el capital (ROE) de los bancos desde el inicio
de la crisis financiera de 2008-09, según se aprecia en el gráfico adjunto.
[1]
C. Altavilla, P. Bochmann, J. De Ryck, A.-M. Dumitru, M. Grodzicki, H. Kick, C.
Melo Fernandes, J. Mosthaf, C. O’Donnell, S. Palligkinis, “Measuring the cost
of equity of euro area banks”, ECB Occasional Paper Series, No. 254, enero
2021,