Es la Biblia una fuente
inagotable de sabiduría, aprendizaje y entretenimiento, entre otros aspectos,
no todos del mismo tenor. Desde una mirada personal retrospectiva, más o menos
lejana en su alcance temporal, es de lamentar no haber seguido a pies juntillas
algunas de las pautas contenidas en ciertos textos especialmente caracterizados
por el primero de los atributos señalados.
El Eclesiástico sobresale en
ese apartado: “Principio de toda obra es el pensamiento, y antes de toda accion
está la reflexión”. Es una pena no haberse ajustado a ese sabio principio, aunque,
en nuestro descargo, tal vez podría argüirse que muchas de las acciones
irreflexivas han emanado de la fuerza muchas veces incontrolable del corazón,
que, según el mismo texto, es “raíz de toda decisión”.
Las probabilidades de verse
atrapado en el lamento son mayores, y más dolorosas, cuando, en lugar de haber
seguido los dictados de esa raíz, nos hemos atenido a recomendaciones ajenas
provenientes de consejeros no idóneos. El Eclesiástico contiene un tesoro como
guía para la conducta, aprovechable por los jóvenes: “Todo consejero da
consejos, pero hay quien aconseja en su interés. Ten cuidado con el consejero,
entérate primero de qué necesita, porque en su propio provecho te aconsejará”.
Antes de atribuir a alguien el
rango de consejero personal sería, pues, altamente recomendable someterlo a un
proceso de fit and proper: “No te aconsejes con quien te mira de reojo,
y esconde tus proyectos a los que te envidian. No te aconsejes… con un cobarde
sobre la guerra, con un negociante sobre el comercio, con un comprador sobre la
venta, con un envidioso sobre la gratitud, con un tacaño sobre la generosidad,
con un perezoso sobre trabajo alguno, con un empleado eventual sobre el fin de
una obra, con un siervo holgazán sobre una gran tarea…”.
Surge, no obstante, el
problema de que una evaluación en condiciones podría requerir bastante tiempo,
ya que no ha de basarse en meras declaraciones de intenciones, pues hay
avezados expertos en la impostura.
El dictado es sumamente
valioso, pero, a menudo, por distintas razones, no practicable. Aun así, es
bueno tener presente la principal directriz: “Recurre siempre a un hombre
piadoso, de quien sabes seguro que guarda los mandamientos, que comparte tus
anhelos y que, si caes, sufrirá contigo”. Tal vez como prueba de la dificultad
es la remisión subsidiaria que se hace: “Atiende al consejo de tu corazón,
porque nadie te será más fiel”.
Aunque no resulten siempre de
aplicación, es seguro que los dictados eclesiásticos servirán para un análisis
ex post más fundamentado y, muy probablemente, para dotar de mayor base a un
lamento por lo que será ya algo irremediable.