Hace Santiago Álvarez de Mon (“Comunicar,
tan fácil… y tan difícil”, Expansión, 16-6-2023), algunas interesantes
reflexiones en torno a los cánones de la buena y efectiva comunicación.
Teóricamente, se trata de pautas razonables y aparentemente sencillas. Pero una
cosa es su mero enunciado y otra, bien distinta, lograr plasmarlas de manera
equilibrada en un foro real.
Para este profesor del IESE, a
quien citaba en la introducción a “Panorama económico y financiero: cien cuestiones
para la reflexión y el debate”, cinco son los ingredientes básicos para una
buena comunicación: i) tener una genuina historia que contar, no una mera
puesta en escena para el traslado de clichés y frases manidas; ii) dominio del
lenguaje y facilidad de palabra; iii) capacidad de síntesis; iv) dimensión
ética del conferenciante; y v) lenguaje corporal que dé credibilidad al
discurso.
Sustituyamos el requerimiento
de la historia que contar -desde luego que la tiene el conferenciante
analizado, Leopoldo López, exiliado venezolano- por el de ofrecer un contenido
de nivel y calidad, en el caso de una conferencia temática, y dispondremos de
una referencia no desdeñable. Por supuesto, lograr una buena conferencia no
depende sólo del lado de la oferta; también el de la demanda, el de los
destinatarios, activos o pasivos, puede ejercer una notable influencia.