Pocos vocablos acogen una diversidad
de acepciones tan amplias como el de liberalismo. Se trata de “una palabra
básica y ubicua en nuestro vocabulario”, pero también es “un concepto altamente
controvertido, uno que desencadena un acalorado debate… Una corriente inacabable
de libros lo ataca o lo defiende, y difícilmente uno puede permanecer neutral”.
Así lo expresa Helena Rosenblatt en su obra “The lost history of liberalism”
(2018).
Ya en la introducción llama la
atención sobre un “hecho crucial que se ha perdido de la historia. En el fondo,
la mayoría de los liberales eran moralistas. Su liberalismo no tenía nada que
ver con el individualismo atomístico que oímos hoy. Nunca hablaban de derechos
sin subrayar las obligaciones. La mayoría de los liberales creían que los
individuos tenían derechos porque tenían obligaciones, y la mayoría estaban
profundamente interesados en cuestiones de justicia social… Ad infinitum advertían
de los peligros del egoísmo. Los liberales defendían sin cesar la generosidad,
la rectitud moral, y los valores cívicos”.
Aun ampliando el foco para incluir
a los no liberales, ¿qué porcentaje de la población podría caracterizarse hoy
por anteponer la existencia de deberes a la de los derechos?