El espanto ha irrumpido de nuevo
en el sistema financiero, y todo el mundo contiene la respiración. Desde el
escepticismo, cuando no desdén, inicial se ha pasado a un cuasi-estado de shock.
Era casi impensable que pudiera repetirse la historia de septiembre de 2008,
cuando los “revolucionarios inopinados” identificados por Kaletsky estuvieron a
punto de tumbar el capitalismo.
Los analistas más expertos lanzan
mensajes de tranquilidad. Silicon Valley Bank (SVB) no es una entidad de riesgo
sistémico y, además, es claramente un outlier, un caso muy singular y atípico
entre los bancos comerciales. Robert
Armstrong ha realizado un fundamentado análisis. Bastante tranquilizador
desde un punto de vista técnico, pero, a pesar de la situación objetiva y de la
existencia de factores idisioncráticos de SVB, la percepción y la reacción de
los depositantes e inversores se rigen por sus propios fueros.
Eso mismo parecen pensar en la
Casa Blanca, cuyo primer mandatario no ha dudado en emular a (San) Mario Draghi
(“whatever it takes”).
Merecería la pena estudiar en profundidad
este nuevo episodio de crisis bancaria, y sacar conclusiones de lo acontecido y
de los posibles escenarios. Algunos reflexiones son inevitables. Una acerca de
la efectividad de la regulación y la supervisión del sector bancario es ineludible.
También, otra sobre los niveles de capitalización óptimos de un banco. Y, como telón
de fondo, una revisión de las propuestas basadas en el ya casi centenario “Plan
Chicago”. Comenzaré, si hay tiempo, en repasar algunas entradas antiguas de esta
minibiblioteca personal.