Si hay alguna variable que
explica el nivel de la presión fiscal de un país, esa es, sin duda, la
importancia de los yacimientos de combustibles fósiles en la producción y en la
renta nacionales. En los Emiratos Árabes Unidos (EAU), la presión fiscal se sitúa
algo por encima del 15% del PIB, nivel muy similar al existente en la España de
1965. Los individuos residentes en dicho país no pagan impuesto sobre la renta
personal, ni otros impuestos directos. Aproximadamente la mitad de los ingresos
públicos proviene de la industria petrolífera.
En Dubái sí existe un impuesto
sobre las ventas de alcohol con tipo de gravamen del 30%. En aras de consolidar
la posición del emirato como centro de referencia turístico y de negocios del
Golfo Pérsico, el Año Nuevo comenzó con la supresión de dicho gravamen, con una
duración prevista de un año[1].
Esta medida contraviene claramente
los dictados de Pigou, quien aportó los fundamentos teóricos para cargar con
impuestos específicos el consumo de productos con elevados costes sociales. La
experiencia dubaiana vendrá, en cualquier caso, a aportar indicios acerca de la
elasticidad respecto al precio de las bebidas alcohólicas. Ahora bien, no puede
perderse de vista que un tipo del 30% no es un tipo desorbitado, al menos en comparación
con el aplicable a otros bienes (representa un 23% sobre el precio con inclusión
del impuesto), especialmente teniendo en cuenta que, en los restaurantes
licenciatarios del Emirato, los precios de las bebidas alcohólicas suelen multiplicarse
por cuatro o por cinco respecto del coste.
[1] Vid. S. Kerr, “Dubai suspends 30% tax on
alcohol sales to boost tourism”, Financial Times, 1-1-2023.