El desfase recaudatorio (tax
gap) de un país suele definirse como la diferencia entre la recaudación potencial
derivada de la aplicación de una normativa tributaria de referencia y la
recaudación realmente obtenida. O, lo que es lo mismo, la diferencia entre los
impuestos devengados, desde un punto de vista legal, y los impuestos efectivamente
percibidos.
Con bastante frecuencia, dicho
concepto suele ser objeto de confusiones que, en algunos casos, llevan a equipararlo
con la noción de evasión fiscal[1].
Por supuesto, el desfase recaudatorio engloba la evasión fiscal, pero también diversas
zonas de tonos grisáceos. Entre estas, Hemel et al. (2022), para el caso
estadounidense, mencionan las siguientes: a) menores ingresos como consecuencia
de ambigüedades interpretativas no necesariamente fraudulentas; b) impacto ligado
a errores no premeditados en la cumplimentación de las declaraciones; c) impactos,
por insolvencia, de deudas fiscales reconocidas; d) cuantías adicionales
recomendadas a raíz de inspecciones que, parcialmente, pueden no consolidarse.
En sentido contrario, no se tiene en cuenta la falta de declaración de rentas
de origen ilícito.
En suma, señalan que “equiparar
el desfase recaudatorio con la evasión fiscal genera una percepción distorsionada
del problema del no cumplimiento fiscal. Entre el no cumplimiento claro y el
cumplimiento hay un espectro de muchas sombras de gris, donde los contribuyentes,
la administración tributaria, los tribunales, y el parlamento pueden discrepar
respecto a lo que es legal o ilegal”.
[1]
Vid. Daniel Hemel, Janet Holtzblatt, and Steve Rosenthal, “The tax gap’s many
shades of gray”, Tax Policy Center, febrero, 2022, pág. 2.