14 de octubre de 2022

El papel económico de los museos

 Pensándolo bien, los museos son una prodigiosa máquina del tiempo (y del espacio) que, sin desplazarnos en el eje temporal (si es que realmente existe), concentra en un mismo espacio y en un mismo momento obras de arte, piezas u objetos de diversa naturaleza datados en fechas distintas. Los museos, como otros muchos elementos del ámbito de la cultura, se prestan a la aplicación del análisis de formas sugerentes[1].

Son ya muchos los estudios dedicados a este campo temático de la Economía de la Cultura, entre los que encontramos algunos dedicados específicamente al análisis de los museos. En uno de ellos se señala que “los museos pueden ser vistos como unidades productivas –“empresas”- que, con vistas a alcanzar ciertos objetivos, se implican en la transformación, vía una tecnología de producción, de insumos en una combinación de productos que son valorados por otros”[2].

Sin adentrarnos en este tipo de análisis, una reflexión básica nos llevaría a postular que, aparte de la función esencial de conservación inherente a un museo, este tiene una misión económica fundamental: transformar bienes potencialmente individuales y exclusivos en bienes colectivos que, aunque sujetos a exclusión, pueden ser disfrutados por muchas personas, de la misma o de distintas generaciones.




[1] Atrás quedó el proyecto orientado a la interrelación Cultura-Economía que trató de ponerse en marcha desde el Instituto Econospérides (Microsoft Word - DT 2 Indice (econosperides.es)¸extoikos18).

[2] Vid. Peter Johnson y Barry Thomas, “The Economics of Museums: A Research Perspective”, Journal of Cultural Economics 22: 75–85, 1998.

 



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