Sri Lanka es un país que, a pesar
de su pequeño tamaño, o quizás por eso mismo, acapara una larga tradición como
referencia para la aplicación de políticas o reformas económicas. Sri Lanka (la
antigua Ceilán) protagonizó una de las contadas experiencias mundiales de la
fallida implantación del impuesto sobre el gasto personal, un impuesto
personal, directo y progresivo sobre el consumo. La profunda crisis económica que
asola al Estado isleño -que ha sido calificada como “la peor crisis económica
del mundo desde la Segunda Guerra Mundial”- lo ha situado en el punto de mira
internacional.
Son diversas las lecciones que se
desprenden de esta nueva fatídica experiencia económica, aunque no puede
decirse que las enseñanzas sean demasiado novedosas. A. O. Krueger las
sintetiza en un reciente artículo[1].
Entre ellas señala las siguientes:
-“Cuando los problemas económicos
de un país se hacen verdaderamente insuperables, posponer su reconocimiento a
través de medidas aisladas, al final, sólo hará empeorar las cosas.
-Mientras que las autoridades
económicas pueden retrasar algunas de las consecuencias de políticas económicas
mal diseñadas durante algún tiempo, a través de racionamientos y prohibiciones,
controles de precios, déficits presupuestarios, endeudamiento exterior, e
imprimiendo dinero, la música parará en algún momento.
-Cuando la única opción restante
para un gobierno es implementar reformas serias o adoptar medidas desesperadas
y económicamente irracionales, hacer esto último simplemente ahondará la
miseria y el sufrimiento humano causado por los anteriores errores de la política
económica.
-Prestar dinero a un país con problemas
económicos estructurales no reconocidos sin asegurarse de que está aplicando o
va a aplicar políticas económicas sostenibles no es hacerle un favor. Por el
contrario, dicho ‘apoyo’ meramente aplaza el día del reconocimiento y lo dejará
con una carga del servicio de la deuda aún mayor cuando tal día llegue”.
Con una perspectiva algo menos incisiva,
A. Garg apunta la importancia del retroceso en términos de transparencia
presupuestaria en la crisis económica y social de Sri Lanka[2].
Aunque puede dar la impresión de
que las consideraciones anteriores van dirigidas exclusivamente a países en
vías de desarrollo, las cuestiones de fondo son extensivas a los que se
encuentran en estadios económicos más avanzados.