4 de junio de 2022

La política económica ante la crisis energética

 

Desde hace algún tiempo, en algunos países, como Reino Unido, se viene hablando de la “crisis del coste de la vida”. En otros no se utiliza ninguna etiqueta, pero la situación vivida es similar. Con o sin ella, es normal que los gobiernos hayan barajado y, en muchos casos, aplicado, distintas medidas para paliar el fuerte impacto derivado de la escalada de los precios de la energía en los presupuestos familiares. El problema es tan acuciante como difícil es encontrar una solución óptima dentro del arsenal de medidas de política económica.

Tomando como referencia una actuación anunciada por el gobierno británico, Martin Sandbu lleva a cabo un sucinto análisis económico de cuatro opciones para tratar de mitigar los elevados costes de la energía[1]: i) limitar directamente los precios máximos; ii) reducir o eliminar los impuestos sobre las compras de energía; iii) no tocar los precios, pero compensar directamente a grupos de personas por los altos costes; y iv) dejar inalterados los precios, pero cambiar las estructuras de mercado a través de las que aquellos se fijan, en particular de manera que los consumidores puedan beneficiarse de un bajo coste marginal de generación de la electricidad renovable.

Señala Sandbu que lo que más diferencia estos enfoques es si actúan contra o a favor del mercado y, como consecuencia, si promueven o frustran los intereses a largo plazo de los gobiernos que los adoptan.

Los dos primeros mencionados, al tratar de colocar los precios por debajo de sus verdaderos costes marginales, estimulan a los consumidores a usar más fuentes de energía cuya escasez relativa es responsable de la escalada de los precios: gas para calefacción y electricidad, y combustible para el transporte no electrificado.

Tratar de limar señales de precios relativos fundamentales con vistas a reducir la inflación media está abocado a generar problemas para el futuro, señala Sandbu: aumenta la demanda de energía fósil y se reduce el incentivo a invertir en renovables. Por ello se decanta por los enfoques tercero y cuarto: “permitiendo que los precios marginales de la fuente de energía suban cuanto sea necesario se protege el incentivo para economizar o desplazarse a los sustitutivos. Un apoyo financiero directo es fácil de diseñar y puede ser centrado en aquellas personas más necesitadas… Pero lo más importante es que las medidas compensatorias deben estar ajustadas con planes para cambiar cómo generamos y consumimos energía”.

Así pues, el mercado, el denostado mercado, es alabado en su papel asignativo. Y, desde luego, no es objetable separar las facetas de la asignación y la distribución. Es preferible utilizar instrumentos especializados en lugar de pretender alcanzar todos los objetivos con un solo instrumento.





[1] “The good, the bad and the ugly of government energy policies”, Financial Times, 29 de mayo de 2022.

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