9 de mayo de 2022

La búsqueda interminable del Santo Grial impositivo

La historia de la humanidad es, en buena medida, la historia de la imposición. La Piedra Roseta describe la reinstauración de privilegios fiscales otorgados a los sacerdotes de templos en el antiguo Egipto, mientras que las tablas de arcilla sumerias que datan del año 2.500 a. C. incluyen recibos de pagos impositivos. A través de cinco milenios, la fiscalidad ha ido dejando un enorme rastro plagado de detalles y matices de los que pueden extraerse valiosas lecciones. Ideas brillantes han convivido con propuestas absurdas o disparatadas. A lo largo de la historia, la imposición ha sido tanto el producto como la progenitora de la violencia.

De todo ello y mucho más se da cuenta en la obra “Rebellion, Rascals, and Revenue. Tax follies and wisdom through the ages” (“Sublevación, Pícaros, y Recaudación. Disparates y sabiduría fiscales a lo largo de la historia”), escrita por Michael Keen y Joel Slemrod (Princeton University Press, 2021). El caudal de conocimiento contenido en este libro es tan desbordante que es difícil seleccionar episodios para tratar de ofrecer una síntesis, pero cualquiera que se elija está impregnado de algún interés, ya sea anecdótico o instructivo. Así, por ejemplo, la aplicación del impuesto sobre las ventanas, en el siglo XVIII, ilustra los desafíos clave que se encuentran en el núcleo del problema del diseño del sistema tributario: la búsqueda de un equilibrio entre una equidad aceptable socialmente, una moderación de las respuestas de comportamiento, por parte de los contribuyentes, que resultan perjudiciales para la sociedad, y el deseo de llevar a cabo una administración fiscal no excesivamente costosa ni intrusiva.

Cuestiones como las mencionadas suelen ser desechadas, al abordar los temas económicos, por considerar que son muy teóricas, sofisticadas, o farragosas en su tratamiento. De prevalecer esta tendencia, se corre el riesgo de trivializar el tratamiento de los problemas y de asumir mecánicamente algunas falacias, convertidas no pocas en veces en mantras indiscutibles. Uno de esos mantras es, en opinión de Keen y Slemrod, la extendida idea de que las sociedades mercantiles deben pagar su “cuota justa de impuestos”, lo que viene a ignorar que, realmente, los impuestos sólo pueden ser soportados por personas físicas.

En este sentido, un aspecto especialmente preocupante es la inclinación a creer que la carga de los impuestos queda circunscrita al punto del circuito económico donde se exigen, cuando, con independencia de la persona de la que se recaben, dicha carga puede afectar a otros individuos, inmediatamente o con algún desfase temporal.

Las cosas, sin embargo, no siempre han sido así. Ha habido épocas en las que cuestiones que hoy están completamente ausentes de los debates social y político ocupaban un lugar central en tales ámbitos. La importancia concedida en la Inglaterra decimonónica a los efectos de los impuestos y aranceles, con una extensión popular y una altura intelectual admirables, constituye un ejemplo paradigmático. Ello contrasta con el desdén con el que hoy se despachan temas como la distribución efectiva de la carga del impuesto sobre sociedades o de las cotizaciones sociales, o las consecuencias que la inflación ocasiona en la aplicación de los impuestos.

Keen y Slemrod se declaran firmes partidarios de incorporar el tratamiento de este tipo de asuntos, de una forma rigurosa e informada, a la discusión pública. De manera particular, hacen hincapié en unos costes encubiertos que generan grandes perjuicios sociales o un despilfarro de recursos. Es lo que los economistas denominan el “exceso de gravamen”, que, a pesar de no traducirse en pagos monetarios directos, puede alcanzar una gran relevancia. A título ilustrativo, un impuesto que gravaba los barcos, en Inglaterra, de forma creciente en función de su eslora y de su anchura, con independencia de su calado, dio lugar a un diseño de naves con una gran inestabilidad.

Nadie está dotado de una varita mágica para poner en práctica fórmulas impositivas eficaces, justas y no distorsionantes. Los problemas nucleares afrontados por los gobernantes no han cambiado demasiado en el curso de la historia. La búsqueda del Santo Grial impositivo sigue abierta.

(Artículo publicado en el diario “Sur”) 



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