Reino Unido sigue
siendo un país muy pintoresco en muchos aspectos. En el ámbito del debate
parlamentario y en las dinámicas internas de los partidos políticos exhibe
pautas de comportamiento que se apartan claramente de las seguidas en sistemas
con una mayor preponderancia de los aparatos centrales de las organizaciones
políticas. Una crítica abierta a propuestas gubernamentales desde las propias
filas de la formación política en el poder es bastante frecuente, singularmente
ante determinadas coyunturas. Lo anterior es más probable que ocurra cuando, al
acceder al gobierno, se adoptan medidas que se separan abiertamente del
posicionamiento tradicionalmente mantenido en áreas clave por el partido en
cuestión.
Algo de esto es
lo que ocurre con el alegato que David Davis, parlamentario del Partido
Conservador, expresidente del comité de cuentas públicas, dirige contra las
subidas fiscales planteadas por el Chancellor, Rishi Sunak. Su discurso
es claro y rotundo: “Justo cuando este país -que emerge de la niebla de la
pandemia y afronta un futuro post-Brexit- necesita crecimiento, está siendo
puesto en riesgo por un Tesoro centrado en aumentos fiscales a cada paso. Tal
como está, el pueblo británico, que afronta una inminente subida de 600 libras
en sus facturas de energía, se va a ver sujeto al dolor de vivir bajo una carga
fiscal que será más alta que en ningún momento desde el final de la Segunda
Guerra Mundial”[1].
Tras esta
declaración, e instar al Tesoro a aparcar las subidas fiscales y “pivotar hacia
una agenda enérgicamente pro-crecimiento”, argumenta contra las principales
medidas de aumento de la carga fiscal. Respecto a la contribución para la asistencia
social y sanitaria, considera que “el Tesoro proclama que estas subidas son
necesarias para estabilizar las finanzas públicas, pero harán lo contrario.
Subir los impuestos sobre las rentas únicamente deteriorará los salarios y el crecimiento
de los empleos, y dañará la demanda”. Y, con relación al aumento del impuesto
sobre sociedades, sostiene que “empujará la inversión interior a los brazos de [sus]
competidores”.
Por otro lado, a
partir del reconocimiento de la gravedad y la excepcionalidad de la pandemia
del coronavirus, aboga por tratar la deuda ligada a la Covid-19 como una deuda
de guerra, extendiéndola a lo largo de un período de 50 años o más. Asimismo,
es partidario de dar un tratamiento especial a las inversiones en infraestructuras,
huyendo de una mayor ortodoxia financiera.
Y remata su alegato con una tajante advertencia: “Es el momento de desechar estas subidas
fiscales, facilitar la carga del coste de la vida y corregir la nave. Si no lo
hacemos, el país afrontará una crisis real; y, esta vez, será por nuestra culpa”.
¿Cabría trazar
algún paralelismo con la situación de España?
[1]
Vid. D. Davis, “Cost-of-living crisis demands proper Tory ‘read meat’: tax cuts”,
Financial Times, 7-2-2022.