En una entrada
anterior de este blog se hacía mención a la indemnización obtenida por el
ejecutivo bancario Andrea Orcel en su disputa con el Banco Santander.
Aparentemente, parece difícil superar la tasa de rentabilidad personal obtenida
por un oferente de servicios profesionales, asimilable a empleado a efectos
prácticos. La suma reconocida judicialmente es a todas luces exorbitante,
máxime cuando se percibe sin ni siquiera haber ejercido ningún cargo.
Aunque a bastante
distancia, el caso de Antonio Horta-Osorio, que va a embolsarse una suma
cercana a €4 millones tras una estancia de menos de nueve meses en la
presidencia de Credit Suisse, tampoco queda mal situado en el ranking de ese
indicador de rentabilidad. El banquero portugués renunció a su puesto, hace
unos días, tras perder el apoyo de los miembros del consejo de administración,
a raíz de una investigación que evidenció su quebrantamiento de las normas de
cuarentena por Covid-19 impuestas por la compañía[1].
La percepción de
la rentabilidad efectiva de esas inversiones en “talento directivo” será probablemente
distinta desde la perspectiva de los accionistas e inversores. Sobre todo,
teniendo en cuenta los estándares que suelen utilizarse en relación con los
ajustes de plantilla. Al margen de que, evidentemente, las cifras que se
barajan respecto a las salidas de personal no tan elitista son de otro nivel,
suele aplicarse un prisma un tanto sui géneris para evaluar las medidas de
reestructuración laboral. Así, es usual que, en muchas corporaciones, en aras
de alcanzar una mayor rentabilidad recurrente, se efectúen desembolsos
cuantiosos globalmente para disminuir las plantillas. De esta manera, las operaciones
se conciben como una “inversión en eficiencia”: los desembolsos, elevados, pero
dotados por una sola vez, se compensan con los menores costes salariales gracias
a la salida de empleados. Incluso se manejan indicadores típicos del análisis de
inversiones como el “pay-back”: en qué número de años, al incurrir en menores
gastos recurrentes, se recupera la inversión efectuada.
El planteamiento
es impecable desde el punto de vista del análisis de una inversión, aunque da
la impresión de que se pasan por alto algunos matices. El análisis de una
inversión requiere comparar adecuadamente los costes en los que se incurre -todos,
ahora y en el futuro-, y los beneficios que se obtienen -inmediatamente y a lo
largo del tiempo, netos de cualquier coste-. Tener en cuenta el desembolso que
se efectúe por desprenderse de un activo, y computar como beneficio el ahorro
del coste de mantenimiento, implica suponer que el activo es totalmente improductivo,
y que no puede obtenerse ningún rendimiento en caso de que se mantenga en
cartera. Implícitamente, se aplica la táctica de Helenio Herrera, pero de forma
exagerada.
[1]
Vid. O. Walker, “Horta-Osório to get SFr.3.8m for nine months as Credit Suisse
chair”, Financial Times, 19-1-2022.