17 de marzo de 2022

Inversiones en el ámbito del mercado laboral: las dos caras de la rentabilidad

 

En una entrada anterior de este blog se hacía mención a la indemnización obtenida por el ejecutivo bancario Andrea Orcel en su disputa con el Banco Santander. Aparentemente, parece difícil superar la tasa de rentabilidad personal obtenida por un oferente de servicios profesionales, asimilable a empleado a efectos prácticos. La suma reconocida judicialmente es a todas luces exorbitante, máxime cuando se percibe sin ni siquiera haber ejercido ningún cargo.

Aunque a bastante distancia, el caso de Antonio Horta-Osorio, que va a embolsarse una suma cercana a €4 millones tras una estancia de menos de nueve meses en la presidencia de Credit Suisse, tampoco queda mal situado en el ranking de ese indicador de rentabilidad. El banquero portugués renunció a su puesto, hace unos días, tras perder el apoyo de los miembros del consejo de administración, a raíz de una investigación que evidenció su quebrantamiento de las normas de cuarentena por Covid-19 impuestas por la compañía[1].

La percepción de la rentabilidad efectiva de esas inversiones en “talento directivo” será probablemente distinta desde la perspectiva de los accionistas e inversores. Sobre todo, teniendo en cuenta los estándares que suelen utilizarse en relación con los ajustes de plantilla. Al margen de que, evidentemente, las cifras que se barajan respecto a las salidas de personal no tan elitista son de otro nivel, suele aplicarse un prisma un tanto sui géneris para evaluar las medidas de reestructuración laboral. Así, es usual que, en muchas corporaciones, en aras de alcanzar una mayor rentabilidad recurrente, se efectúen desembolsos cuantiosos globalmente para disminuir las plantillas. De esta manera, las operaciones se conciben como una “inversión en eficiencia”: los desembolsos, elevados, pero dotados por una sola vez, se compensan con los menores costes salariales gracias a la salida de empleados. Incluso se manejan indicadores típicos del análisis de inversiones como el “pay-back”: en qué número de años, al incurrir en menores gastos recurrentes, se recupera la inversión efectuada.

El planteamiento es impecable desde el punto de vista del análisis de una inversión, aunque da la impresión de que se pasan por alto algunos matices. El análisis de una inversión requiere comparar adecuadamente los costes en los que se incurre -todos, ahora y en el futuro-, y los beneficios que se obtienen -inmediatamente y a lo largo del tiempo, netos de cualquier coste-. Tener en cuenta el desembolso que se efectúe por desprenderse de un activo, y computar como beneficio el ahorro del coste de mantenimiento, implica suponer que el activo es totalmente improductivo, y que no puede obtenerse ningún rendimiento en caso de que se mantenga en cartera. Implícitamente, se aplica la táctica de Helenio Herrera, pero de forma exagerada.



[1] Vid. O. Walker, “Horta-Osório to get SFr.3.8m for nine months as Credit Suisse chair”, Financial Times, 19-1-2022.


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