12 de enero de 2022

El impuesto Robin Hood se adentra en el campo energético

 

La etiqueta “Robin Hood” es muy potente como reclamo propagandístico, de eficacia contrastada en los más diversos campos. De manera muy especial en el tributario, pese a la evidente paradoja asociada a la supuesta observancia del principio de legalidad que, en la aplicación de los tributos, debe prevalecer en todo Estado de derecho. La denominación de “impuesto Robin Hood” -un claro oxímoron- ha estado asociada principalmente a la que, en su día, aparecía como la gran promesa fiscal del siglo XXI, el impuesto sobre transacciones financieras, el mal llamado “impuesto de Tobin”. Su alcance llega también a los impuestos sobre las emisiones contaminantes. De hecho, en la página web con ese nombre (“robinhood.tax.com.org.uk”) se aboga por ambas modalidades de imposición.

La versatilidad denominativa se extiende también de manera específica a una propuesta para el gravamen adicional de los beneficios de los productores de gas y petróleo. En Reino Unido, los Demócratas Liberales han propuesto un impuesto centrado en esos sectores, a fin de obtener una recaudación de 5.000 millones de libras esterlinas que permita ayudar a las familias más vulnerables ante la subida de los precios de la energía.

A tal efecto, han dirigido un escrito al Secretario de Estado para la Energía[1]. La propuesta consiste en la aplicación de un impuesto por una sola vez (“one-off”) sobre los beneficios extraordinarias de los referidos productores. Se trata, pues, de un impuesto sobre beneficios inesperados (“windfall tax”).

Este tipo de impuestos resulta bastante atrayente para los políticos de todos los colores. Los gabinetes de Thatcher, Blair y Cameron recurrieron a ellos en algún momento[2]. Curiosamente, el Financial Times, que viene respaldando abiertamente otras subidas impositivas, exhorta a la resistencia ante esa tentación fiscal, y hace mención a la rectificación en España, después de que las compañías afectadas por una iniciativa similar alegaran que ésta se estaba centrando en “beneficios ilusorios”. En el artículo citado se arguye que “los impuestos sobre beneficios inesperados fomentan que las empresas incluyan el riesgo de ‘redadas fiscales’ (‘tax raids’) en los planes de inversión. A menos que sean una respuesta a un evento por una sola vez, aplicar un impuesto retroactivo cambiará el comportamiento”.

Incluso sin ese carácter retrospectivo, ni, por otro lado, extraordinario, la medida aplicaba por Cameron en 2011[3] suscitó algunas críticas: “No se requiere de mucha imaginación para predecir la reacción de la industria – que el valor monetario de la exploración/desarrollo es mucho menos probable mañana, en comparación con ayer, que encuentre su camino hacia el Mar del Norte… El impuesto adicional cambiará la economía para muchos proyectos”[4].


                                            Fuente: Financial Times.

[2] Vid. Financial Times, “UK energy/windfall taxes: resist the impulse to tax luck”, Opinion Lex, 7-1-2022.

[3] Establecimiento de un gravamen adicional sobre la producción de petróleo y de gas (del 20% al 32%), acompañado de una disminución del impuesto especial sobre carburantes.

[4] Vid. N. Hume, “Osborne’s windfall tax on North sea oil profits”, Financial Times, 23-3-2011.


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