Según un estudio
del Centro de Investigación del Sueño (CIS) Flex[1], sólo el
59% de los españoles se despiertan cada día con la sensación de haber
descansado bien. Otras interesantes conclusiones se desprenden de dicho
estudio: “Una semana durmiendo 5 horas diarias induce a un estado de
embriaguez”, si bien no se menciona a cuál de las acepciones que contiene el
Diccionario de la Lengua Española se hace referencia. Es de suponer que a la
tercera. En suma, según distintas fuentes, los españoles dormimos, en promedio,
entre 30 y 40 minutos menos por noche que el europeo medio.
Sin embargo, es bien
sabido que la distribución de las capacidades individuales para conciliar el
sueño muestra un patrón muy heterogéneo. Recuerdo cómo, hace años, un profesor
de mi Facultad mostraba su preocupación por el hecho de que un conocido colega
le había asegurado que, debido a la situación de estrés académico por la que
atravesaba, llevaba despierto ese día, sin poder recuperar el sueño, ¡desde las
seis de la madrugada! (sic).
Respecto al sueño
hay muchas cosas curiosas. Parece ser que existe una inclinación a creer que se
duerme menos de las horas reales. A veces, incluso, despertarse brusca y
anticipadamente es un alivio, si con ello se pone fin a alguna pesadilla. En
fin, sólo aquellas personas con escasa habilidad para “dormir a pierna suelta”
pueden tomar conciencia de la trascendencia de esa faceta esencial para el ser
humano. Casi mejor no pensar lo que puede ser caer en una fase de insomnio
prolongado, como la que describe la novelista Samantha Harvey, que, al parecer,
sufrió esa situación a lo largo de un año completo[2].
Lo que no deja de
ser doloroso, sobre todo para quienes no tienen las habilidades mencionadas, es
que, en parte, las disfunciones del descanso hispano obedezcan a la concesión que
Franco hizo a Hitler en el año 1940, como recuerda Simon Kuper[3]. Y es
verdaderamente llamativo que, siendo como fue una decisión con semejante origen
y semejante finalidad, no se haya planteado revertirla, ni siquiera dentro ya
del período democrático. ¿Tiene tantas ventajas estar alineados con el horario
central europeo, con Berlín y París, en vez de con Londres? Hemos tenido ya tiempo
suficiente para ser Portugal en vez de Francia, a efectos horarios.
El problema de la
falta de sueño es verdaderamente relevante. Más allá de los dramas personales,
hay consecuencias para la productividad del sistema económico y, lo que es peor,
existe evidencia de que una falta de sueño está asociada con unos mayores
riesgos de depresión, de cáncer, de la enfermedad de Alzheimer y de obesidad[4]. Asimismo,
un mayor número de horas de sueño está correlacionado con un menor índice de
masa corporal y un mejor metabolismo[5]. Para empeorar
las cosas, algunas personas tienen el infortunio de caer en la “ortosomnia”, una
especie de trastorno originado por la obsesión con dormir bien que lleva a un
exceso de ansiedad. El profesor Colin Espie lo describe en un exitoso libro.
[2] C.
Taylor, “The shapeles unease – the yawning expanse of insomnia”, Financial
Times, 20-12-2019.
[3] “Waking
up to the new sleep rules”, Financial Times, 21-10-2021.
[4] Vid. H.
Mance, “We must stop trying to excel at sleep”, Financial Times, 12-11-2021.
[5] Vid. F.
Macdonald Johnston, “Eight steps for a better sleep”, Financial Times,
9-4-2020.