25 de diciembre de 2021

La rentabilidad de las cuentas paulinas: cuando los intereses no son materiales

 

La motivación de la rentabilidad no se limita a los tenedores de activos financieros. Aun como metáforas y con trascendencia en ocasiones sólo en el plano espiritual, encontramos en la Biblia algunas alusiones a ese concepto tan determinante de muchas conductas económicas y no económicas.

Hacia el final de la Carta a los Filipenses, Pablo recurre a esa noción en un contexto en el que incluso podríamos vislumbrar tenuemente el perfil de una figura de agente financiero. Destaca el Apóstol que, desde que empezó su misión, “ninguna iglesia, aparte de vosotros, me abrió una cuenta de haber y debe”. Al hilo de esta constatación reconoce que había sido receptor de un subsidio para cubrir sus necesidades vitales, pero declara convincentemente que “no es que yo busque regalos, busco que los intereses se acumulen en vuestra cuenta”. Asegura luego que, en compensación, por los donativos, “[su] Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús”.

Salvando las distancias metafóricas, no podemos dejar de intuir un cierto esquema quid pro quo en las decisiones evocadas y, también en alguna medida, la imagen del ciclo de vida de un producto financiero. Es evidente que cualquier producto sustentado en poderes divinos y amparado en sus confortables garantías sería absolutamente imbatible. Pese a ello, sería interesante preguntarle al intermediario bancario o al agente financiero oferentes cómo podría gestionarse en un entorno con tipos de interés negativos.



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