Se hace un tanto
extraño retomar el pulso a la inflación. Después de años en los que la sombra
de la deflación amenazaba en el horizonte, los esquemas analíticos conceptuales
y aplicados para abordar un contexto inflacionario están un tanto oxidados.
Hablar de la inflación ha dejado de ser una entelequia. Una verdadera inflación
de artículos sobre la inflación ha hecho también acto de aparición en periódicos
y revistas.
En uno de ellos,
a cargo Stefan Wagsty, se nos recuerda algo no por elemental menos relevante:
la necesidad de tomar en consideración la tasa de inflación que nos afecta
individualmente: “You need to work out your personal inflation rate” (Financial
Times, 5-11-2021). La inflación, en efecto, no afecta por igual a todas las personas,
sino que su incidencia dependerá de la cesta de consumo específica de cada uno[1]. Así, en
algunos países, los institutos oficiales de estadística ofrecen ya la
posibilidad de calcular la tasa de inflación personal a partir de la información
sobre los gastos que se suministre. Raro será que no nos encontremos ya con un “IPC customizado”.
En el citado
artículo, el autor destaca que, dado que su tasa de inflación anual personalizada
es del 3,7%, 0,6 puntos porcentuales por encima de la media, al cabo de 10
años, esa diferencia, de mantenerse, se traduciría en un incremento acumulado
de la cesta de consumo del 44%, frente al 36% de la media.
En el gráfico
adjunto se refleja la evolución de índice de precios con ambas tasas de
crecimiento anual, así como la del valor real de 100 euros en el año 0 a lo largo
del tiempo, en uno y otro caso.
[1]
Se trata de una cuestión que, hace años, planteábamos en relación con la inflación
en la provincia de Málaga: “¿Es Málaga una provincia inflacionista?”, Ymálaga,
16-2-2009, artículo reproducido en “Caleidoscopio en blanco y negro”, 2010, págs.
123-125.