Fue uno de los
primeros libros que me abrió el arduo camino que conduce hacia ese escurridizo concepto
que es la renta de una persona, ya sea física o jurídica. Circunstancialmente,
justo antes de ir al aula para exponer las distintas acepciones del beneficio
de una sociedad, apareció ante mí como si hubiese querido hacerse ver en el
anaquel donde reposa su sapiencia hacendística.
Publicada por vez
primera en el año 1974, la obra de Thomas Alexander Lee “Income and value
measurement” (Van Nostrand Reinhold) sigue siendo una referencia sumamente valiosa
para adentrarse en la noción y en la medición de la renta. Al releer sus páginas
es difícil no volver a sentir la emoción de quien por primera vez se dispone a
emprender una apasionante aventura intelectual.
En el capítulo
undécimo (3ª ed., 1985), titulado “La validez del concepto de renta”, el autor, que fue profesor de la
Universidad de Edimburgo, trataba de convencernos de que “la renta de una entidad
empresarial no es más que un símbolo convencional de gestión financiera que es
susceptible de ser definido y computado en una diversidad de formas”.