El déficit
de cultura financiera es un problema generalizado en la mayoría de los países
del mundo. Una auténtica cruzada se ha desatado a escala internacional para
extender la educación financiera entre la población. Ya sea en el ámbito
personal o en el profesional, es necesario adoptar continuamente numerosas
decisiones financieras, algunas de ellas de enorme alcance, por lo que las
competencias en este campo son claves para el desenvolvimiento en la sociedad
actual.
Aun cuando
es igualmente patente el elevado grado de correlación positiva existente entre
el nivel de conocimientos en materia financiera y la formación matemática, una
preocupación similar a la concerniente a la primera se extiende de manera
específica a la segunda de estas dos vertientes. Por la relevancia de los
conocimientos matemáticos, esa preocupación está más que justificada. Además de
su importancia intrínseca, la subsanación de esa deficiencia en el área
matemática es un requisito fundamental para el logro de una adecuada
alfabetización financiera.
Sin
embargo, ha de tenerse presente que la buena formación matemática es una
condición necesaria, pero no suficiente, para un buen desempeño en la gestión
de las finanzas personales. Como ha señalado Bobby Seagull, “ser bueno en
matemáticas no te hace necesariamente bueno en la gestión de tu dinero. Uno
puede ser capaz de usar el teorema de Pitágoras, ¿pero, cómo puede comparar las
ventajas de una hipoteca a interés fijo con las de otra a interés variable?”. La
concepción del conocimiento con una clara orientación hacia su aplicación para
la toma de decisiones en contextos concretos, que reflejen situaciones reales,
adquiere una gran trascendencia en ese sentido.
En unos
momentos en los que el enfoque de la enseñanza de las Matemáticas es objeto de
debate en España, la situación existente en el Reino Unido permite algunas
reflexiones. Así, nos encontramos con el hecho de que, en un país con un
sistema universitario tan prestigiado mundialmente, sólo uno de cada cuatro
adultos tiene niveles “aceptables” de preparación aritmética (“numeracy”). A
mayor abundamiento, casi la mitad de los adultos en edad laboral tienen
competencias matemáticas por debajo de las esperadas para un niño de 11 años,
lo que origina importantes problemas en el lugar de trabajo.
Las
dificultades para la comprensión de la naturaleza y las características de una
serie de productos financieros, así como para la cuantificación de variables e
indicadores básicos quedan patentes en numerosos casos, y se manifiestan en la
adopción de decisiones desfavorables para los interesados. La existencia de ese
bajo nivel de competencias matemáticas genera también una merma de potencial
económico. Para el Reino Unido, se ha estimado un valor total de diferenciales
salariales negativos, debido a unas reducidas habilidades matemáticas, por
importe de 30.000 millones de euros.
Si este diagnóstico
se hace respecto de un país con algo menos de un 60% de la población adulta con
competencias numéricas bajas, no debe perderse de vista que el mismo indicador
se sitúa en España en el 70%. La lucha por acortar la brecha del conocimiento
matemático se ha convertido en una prioridad. Cualquier avance en tal sentido
se traduce, además, en una mejora de la capacidad para la adopción de decisiones
financieras. Éste es un campo apropiado para llevar a la práctica dicho
conocimiento, de manera que pueden lograrse simultáneamente dos objetivos. Ahora
bien, dado que, como ha destacado Annamaria Lusardi, es muy difícil mejorar las
habilidades numéricas entre la población adulta, es clave enseñar destrezas
matemáticas en la escuela y entre los jóvenes.
La
grandeza de las Matemáticas deriva de su universalidad como lenguaje y base del
saber, de su certeza. Pese a ello, como señala Stephen Hawking en la
introducción de la obra “Dios creó los números”, no puede ignorarse que “el futuro sólo puede determinarse a
través de la probabilidad”. Aunque, sin ningún género de dudas, lo que se
enseñe a los niños y a las niñas de hoy va a tener una gran relevancia en su
futuro personal y en el de la sociedad. No sólo el qué; también el cómo, el por
quién, y el para qué.
(Artículo
publicado en el diario “Sur”)