23 de septiembre de 2021

Evergrande: cuando las torres de deuda no pueden seguir creciendo

 

Los nombres de algunas compañías son curiosos; otros son premonitorios. A veces se conjugan ambas vertientes. Es lo que ocurre con Evergrande. El parque de viviendas en China fue ampliándose, al tiempo que también lo hacía el balance de Evergrande. Pero su balance no estaba demasiado “balanceado”. El gran promotor inmobiliario chino ha basado su modelo empresarial en un endeudamiento en continua expansión, que ha ido elevando la altura de sus imponentes torres de deuda.

La historia económica reciente muestra a las claras que las torres erigidas sobre activos financieros o inmobiliarios son frágiles y, en cualquier momento, pueden derrumbarse o perder buena parte de sus plantas superiores. En cambio, las torres de deuda se muestran incólumes y se mantienen firmes. Desafiantes, continúan su ascenso hacia el cielo, aunque se hayan retirado ya los andamios.

Durante más de una década, las acciones de las compañías de promoción inmobiliaria chinas habían sido una pesadilla para los vendedores en corto, se afirmaba en un artículo del Financial Times de primeros de diciembre de 2020: nada parecía ser capaz de frenar el “rally”[1]. Sin embargo, ya se advertía de que, a raíz de la ralentización del mercado inmobiliario, “China Evergrande, un titán fuertemente endeudado, ha[bía] bajado más de un 40% respecto a un pico alcanzado en julio”, y se alertaba de las dificultades para refinanciar su deuda.

Han tenido que pasar algo más de nueve meses desde entonces para que el problema aflorara de forma contundente. En agosto de 2020, el gobierno chino estableció “tres líneas rojas” (también curioso nombre) sobre los balances de los promotores inmobiliarios (ratios de pasivos/activos, deuda/capital y efectivo/deuda a corto plazo), difíciles de respetar en el caso de Evergrande. El “promotor inmobiliario más endeudado del mundo” acumula una deuda de $360.000 millones, aproximadamente un 2% del PIB de China.

Los promotores inmobiliarios de este tenor se basan en los préstamos de prestamistas especializados y sociedades de inversión, que serán los primeros en sufrir el impacto de los eventuales impagos, que puede transmitirse al sistema bancario.

Los análisis y pronósticos acerca de las consecuencias de la crisis de “Ever(+)grande” se han desatado, con escenarios para todos los gustos. Desde vaticinios apocalípticos, que superarían los estragos de la caída de Lehman Brothers, hasta impactos sumamente moderados, nos encontramos con un extenso cuadro de posibles incidencias. Pero “la lluvia radioactiva no ha hecho más que comenzar”[2]. Habrá que ver cuáles son su intensidad y su duración efectivas, y si las medidas de protección son verdaderamente eficaces para evitar el contagio. Hay algunas experiencias más o menos recientes, en ámbitos financieros y no financieros, que aconsejan no ser demasiado incrédulos respecto a la llegada del lobo.



[1] Vid. “China property/Evergrande: towers of debt”, 3 de diciembre de 2020.

[2] Vid. Financial Times, “Evergrande: predictability of defaults reduces contagion risk”, 21 de septiembre de 2021.

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