20 de agosto de 2021

Premios Nobel de Economía: la olvidada advertencia de Hayek

 

Cada mes de octubre, algún economista (en ocasiones, como parte de un binomio o de un trinomio) accede al Olimpo a raíz del otorgamiento del Premio Nobel de Economía, a veces, curiosamente, incluso sin pertenecer formalmente a ese campo científico. La recepción de un galardón tan prestigioso a escala mundial confiere a los premiados un estatus sumamente especial, rayano en lo celestial. Huelga señalar que, más allá del alcance de las investigaciones y aportaciones que son objeto de reconocimiento, cualquier manifestación de una de esas egregias figuras sobre los problemas económicos y las medidas para solucionarlos tiende a ejercer una enorme influencia sobre la opinión pública y las orientaciones que puedan adoptar los policy makers.

Sin embargo, uno de los primeros en recibir el preciado galardón, en su discurso de la ceremonia de entrega, alertaba sobre ciertas peculiaridades asociadas a la ciencia económica. El personaje en cuestión era Friedrich von Hayek, quien, después de agradecer cortésmente el reconocimiento recibido, confesaba que “si hubiese sido consultado sobre el establecimiento de un Premio Nobel en Economía, habría recomendado decididamente no llevarlo a cabo”[1].

La causa esgrimida no era otra que “el Premio Nobel confiere sobre un individuo una autoridad que en Economía ningún hombre debería poseer. Esto no importa en las ciencias naturales. Aquí la influencia ejercida por un individuo es principalmente una influencia sobre sus colegas expertos; y éstos pronto le bajarán los humos si se excede de sus competencias. Pero la influencia del economista que más importa es una influencia sobre profanos: políticos, periodistas, funcionarios y el público en general. No hay ninguna razón por la que un hombre que ha hecho una contribución distintiva a la ciencia económica deba ser omnicompetente sobre todos los problemas de la sociedad -como la prensa tiende a tratarlo hasta que, al final, él mismo puede ser persuadido a creerlo”[2].

Efectivamente, suelen ser bastante peligrosos los economistas que pretenden hacer gala de esa “omnicompetencia”. Pero, como la evidencia empírica corrobora, no es condición necesaria ser economista para atribuirse esa "macrocapacidad".





[1] Vid. Friedrich von Hayek, “Banquet speech”, The Sveriges Riksbank in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel 1974, 10 de diciembre de 1974, www.nobelprize.org.

[2] Ibíd.

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