Ésta es la
pregunta –“Should you work (a little) on your holiday?”- que da título a la
columna “Bartleby” del número de The Economist de fecha 21 de agosto de 2021[1].
Quizás, antes de
contestar la pregunta, habría que plantear lo siguiente: “Por favor, defina el
término 'vacaciones'”. Dando por hecho que existen, total o parcialmente, a lo
largo del mes de agosto, lo cierto es que las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, al igual que las formas de trabajo, también han
alterado potencialmente el alcance y la naturaleza de los supuestos períodos de
descanso.
¿Puede realmente
lograrse una “desconexión” total en esta era de flujos continuos de
comunicación? En el artículo de The Economist se recomienda que los empleados de
empresas estadounidenses (que trabajen en Estados Unidos) eviten remitir
correos electrónicos a sus colegas en Europa durante el mes de agosto, a fin de
ahorrarse ver la conocida respuesta automática de “try me again in September”.
No obstante, el
autor cree que “es raro el empleado que abandona completamente su trabajo
durante estos días. Muchas personas mirarán, al menos furtivamente, la bandeja
de entrada de su correo mientras están en la playa. Todo el mundo ocasionalmente
ha esquivado el trabajo. Ahora también muchos trabajadores están sorteando las
vacaciones”. Hay experiencias para todos los gustos. Es verdad, como se señala,
que antiguamente la vida en las oficinas tenía un carácter binario: estar o no
estar en la oficina implicaba trabajar o no trabajar. Ahora la situación es muy
diferente. Sin embargo, en algunas profesiones el cambio no ha sido tan
radical. Para los profesores, sí respecto a las clases -presenciales o
telemáticas, pero no respecto a las investigaciones o a la preparación de
clases y de materiales docentes. No digamos para las figuras académicas
exoneradas de “cargas” docentes.
Con carácter
general, el debate, no ya sólo con relación a los períodos vacacionales, sino
también en el caso de los fines de semana y las propias jornadas diarias, está
servido: ¿debe haber un derecho a la desconexión digital total efectiva?, ¿debe
ser de obligado cumplimiento?, ¿debe permitirse una graduación por parte de los
afectados?...
En cualquier
caso, no es lo mismo llevar a cabo un trabajo por obligación que por propia
voluntad; tampoco, una actividad rutinaria que una actividad con algunas
connotaciones liberadoras, de cambio de “chip”, o que responda a una hoja de
ruta autónoma. Casi como un experimento, durante este mes de agosto pensé
intentar maximizar el número de entradas en este espacio virtual, tratando de
superar el mayor registro anterior. Aun sin estar premeditado, a medida que avanzaba el mes, a pasos agigantados, fue abriéndose paso la posibilidad de completar una por cada día. De
manera un tanto imprevista, parece que se ha logrado esa pequeña meta simbólica:
¡(no) misión cumplida!
No han faltado,
por supuesto, las connotaciones señaladas, pero he de reconocer que el proceso ha
requerido más esfuerzo del esperado. Bastante más de un “poco”, si ha de contestarse la
pregunta de arriba. A partir de ahora, en el supuesto de que siga con energías
suficientes para ir rellenando este cuaderno personal de bitácora, será, desde
luego, sin ningún tipo de objetivo cuantitativo.
[1]
En la edición online; en la impresa aparece con el título “Nearly out of
office”. Ignoro la razón por la que la revista utiliza títulos diferentes en
uno y otro caso.