La
explotación de los combustibles fósiles ha tenido y tiene mucha importancia
para el medioambiente. También, en los últimos tiempos, de manera muy destacada
para el medioambiente futbolístico. Y, frente al impacto negativo en el
capítulo de las emisiones de CO2, su extensión al ámbito deportivo va ligada al
florecimiento de los clubes receptores de las emisiones de cuantiosos fondos.
Existe una geografía del fútbol del hidrocarburo que se extiende ya por varios
continentes.
De hecho, la
historia reciente del fútbol malacitano está marcada por tales flujos, con soporte
real y manifestación financiera. Hace años, circunstancialmente, tuve la
oportunidad de conversar con uno de los asesores de los entonces propietarios
de la entidad deportiva cuya imagen se asocia al -para algunas personas, como
es mi caso- mítico estadio de “La Rosaleda”. No había escasez. Todo era
cuestión de manejar bien la llave de paso del suministro del combustible: si
hacía falta dinero, se aflojaba la llave; si ya había suficiente, se apretaba.
Tan simple como eso. La verdad es que no llegué a enterarme si, posteriormente,
pudo llegar a producirse o no algún tipo de avería en ese mecanismo clave.
Donde, desde
luego, no parece que se haya producido ningún atasco, ni en la llave, ni en el
recorrido, es en el caso del oleoducto virtual que llega a la ciudad de Manchester,
más exactamente al Manchester City. No en vano se encuentra encaramado en los
primeros lugares de la “Liga Futbolística del Dinero”, como uno de los siete
clubes que superaron los 500 millones de euros de ingresos en la temporada
2019/20[1].
El City es
propiedad, mayoritariamente, del City Football Group (CFG), una sociedad
holding controlada por Abu Dhabi United Group, una compañía privada de
inversión y desarrollo perteneciente a “His Highness Sheikh Mansour bin Zayed
Al Nahyan[2]”, que
posee también otros clubes en Estados Unidos, Australia e India.
Aunque el
City no haya podido conquistar la Champions League este año, su compañía matriz sí ha alcanzado un registro extraordinario en las operaciones de
crédito concertadas en el ámbito del fútbol, merced a un préstamo obtenido por
un importe de $650 millones. Con esta suma, CFG pretende financiar proyectos de
infraestructuras como un nuevo estadio para el New York City FC.
Adicionalmente, CFG ha organizado una línea de crédito por £100 millones[3].
La opción
elegida por CFG para captar recursos, a través de una operación de deuda en vez
de capital, se ha tomado al considerar que era una fórmula más barata. La
contraposición entre la apelación a recursos ajenos o a recursos propios es
siempre una cuestión de gran interés analítico. En este caso, no hay que perder
de vista que la significación del importe captado habría representado una
porción más que apreciable del capital societario.
El Manchester
City es considerado uno de los proyectos deportivos más exitosos del fútbol
inglés en los años recientes. En las últimas cuatro temporadas se han incorporado
tres títulos a sus vitrinas[4]. El
éxito ha sido grande, aunque no sin costes también elevados. Se estima que el
magnate primer propietario del Club ha invertido £1.000 millones en su
transformación deportiva.
Inadvertidamente,
no he podido dejar de recordar una célebre frase que, al parecer, utilizaba un
antiguo presidente de un importante club de fútbol español, y que solía repetir
Rafael Jiménez, en su etapa -sujeta a restricciones presupuestarias- como
gerente del Club Baloncesto Málaga. Traducida a un lenguaje más o menos
civilizado, venía a decir que con un presupuesto amplio era bastante más
factible y fácil disfrutar de los éxitos deportivos.
Las
disponibilidades presupuestarias son tales que a veces, incluso, no se respetan
las reglas del “fair play” financiero[5].
Normalmente, los seguidores de los clubes tienden a acoger con entusiasmo la llegada
de fondos abundantes, aunque no faltan otras opiniones críticas como las que sugieren, en el caso del City, que tal dispendio “ha sesgado la competición en
Inglaterra y Europa, mientras que los activistas de derechos humanos dicen que
es parte de un proyecto de ‘sportswashing’ diseñado para lavar la imagen global
de los Emiratos Árabes Unidos”[6].
¿Cabría
concebir una clasificación de los equipos, aunque fuera meramente testimonial,
basada en resultados deportivos ponderados por el gasto incurrido? Además de la
huella del carbono, ¿podría calcularse la “huella del petróleo” en los clubes
de élite? ¿Deberían establecerse hándicaps a efectos de los puntos alcanzados en las clasificaciones?
[1]
Vid. Deloitte, “Testing times. Football Money League”, 2021, pág. 11.
[2]
Vid. www.cityfootballgroup.com.
[3]
Vid. S. Agini, M. Ahmed, R. Smith, y S. Morris, “Manchester City owner raises
$650m in one of football’s biggest debt deals”, Financial Times, 16 de julio de
2021.
[4] Vid. S.
Agini, “Manchester City win Premier League”, Financial Times, 11 de mayo de
2021.
[5] Vid. M.
M. Ahmed, “Manchester City Champions League ban overturned”, Financial Times,
13 de julio de 2020.
[6] Vid.
Agini et al., op. cit.