Esta
semana he visitado el Palacio de Deportes Martín Carpena. Desde el centro de la
pista de baloncesto impresiona ver la inmensidad de las gradas, y es imposible no
recordar los imborrables momentos vividos en ese escenario. También es difícil no lamentar,
una vez más, que ese magnífico recinto lleve el nombre de un añorado personaje
al que se privó de la oportunidad de ver allí partidos de su equipo, dándole el
aliento y el apoyo que transmitía en el Pabellón de Ciudad Jardín. Igualmente,
no puedo dejar de pensar en Alfonso Peralta, el arquitecto del Palacio de
Deportes, que nos ha arrebatado la terrible pandemia del coronavirus. Recuerdo su
mentalidad abierta, su talante exquisito y su predisposición para estudiar
todas las propuestas que, en la fase de diseño, se le planteaban desde el Club
Baloncesto Málaga.
Son
tantas las imágenes que se agolpan desde el centro de la cancha, y ahora se
mezclan con otras que tratan de abrirse paso para esbozar un nuevo proyecto
orientado a llevar la educación financiera al mundo del deporte. Alberto Díaz
es un gran jugador de baloncesto, excelso en la vertiente defensiva. También,
en una pista sin balón, exhibe destacadas cualidades para desenvolverse
hábilmente en esa faceta. Podrá comprobarse pronto en el espacio EdufiSport de Edufinet.
El
Martín Carpena no ha podido acoger
los grandes logros del primer equipo de baloncesto de Málaga, del Unicaja Baloncesto, que ha conquistado
sus principales hitos lejos de la Costa del Sol. Desde hace más de 20 años, el Martín Carpena es la referencia del Club
Baloncesto Málaga, que se acerca ya a sus primeros 30 años en su formato actual
como SAD. Paco, allá donde estés, has de reconocer que estabas equivocado;
afortunadamente, esas siglas no significaban “sociedad a desaparecer”, como puedes
comprobar desde el privilegiado observatorio de tu cercana calle. A esos 30
años anteceden ya otros 14, de manera que en 2022 se llegará a (los primeros) 45,
aunque seguiremos echando de menos tus crónicas y tus documentados análisis.
Pero
la historia del baloncesto malagueño de alta competición no comenzó en 1977,
sino que se remonta años atrás, a la década anterior, y, curiosamente, al
amparo del Club Deportivo Málaga. Desde 1964 hasta 1975, el que fuera filial del centenario equipo
de fútbol malacitano describe una meritoria y digna trayectoria en la que se
sentaron las bases de lo que vendría después. Siendo aún niño, algunos domingos
acudía a ver los partidos que se celebraban en la cancha anexa al estadio de La
Rosaleda. Como he referido en este mismo sitio, no era fácil ser jugador de
baloncesto, ni tampoco de otras disciplinas, en el colegio “privado” del que
por aquel entonces era alumno. Compré contra reembolso una guía para tratar de aprender
a practicar ese deporte, a través de una serie de fotogramas congelados. No
tuve mucho éxito, ni siquiera a pesar de ensayar, cuando las circunstancias y los feroces perros de vigilancia lo permitían, algunos tiros a canasta con
Rafael Pozo -que llegaría a ser jugador del Caja de Ronda- en las instalaciones
de la institución de formación profesional, situada junto al estadio de La
Rosaleda, donde cursaba sus estudios.
Pese
a todo, llegué a entrenar y a jugar algunos partidos en la cancha de baloncesto -ya en la etapa de lujo, cuando pasó a estar semicubierta- del Club Deportivo Málaga, aunque formando parte de un equipo de voleibol…
Entonces no me podía imaginar lo que el baloncesto, aunque en facetas
distintas, llegaría a significar en mi vida.
Hoy
he podido tener acceso a un ejemplar de la obra “Gigantes del baloncesto malagueño”, coordinada
por Domingo Manuel Muñoz Ruiz, y editada por la Fundación Málaga y la Fundación
Málaga Club de Fútbol, en la que se recoge la historia de aquel legendario
equipo, que forma parte de los cimientos del Martín Carpena.
Llegar hasta el cielo del Carpena no ha sido nada fácil. Ha sido un viaje milagroso protagonizado por un largo elenco de abnegados deportistas que, punto a punto, han ido forjando un patrimonio colectivo sumamente valioso... Porque vuela el Carpena, y Málaga sueña...
Gracias a todos lo que han hecho posible que hayamos podido soñar durante tantos años.
Foto: Archivo Eugenio Griñán Martos.