Según
cuenta la leyenda, un cisne negro tuvo una entrada triunfal en El Pireo en el
mes de diciembre de 2019[1]. Nadie
en verdad podía esperar su aparición, sobre todo después de rememorar los
padecimientos que se habían vivido en los primeros años de aquella década,
según narran las crónicas de la época.
Aunque
seguimos instalados -no se sabe hasta cuándo- en el modo Alicia en el país de las maravillas, hay que frotarse varias veces
los ojos antes de dar crédito a la noticia de la incursión de los títulos del
Tesoro heleno, no ya a corto plazo, como hace año y medio, sino con vencimiento
a cinco años, en territorio negativo.
Literalmente,
los inversores están dispuestos a pagarle al gobierno griego por prestarle
dinero durante un lustro, y ello a pesar de que los niveles de deuda pública de ese país han superado el nivel del 200% del PIB durante la pandemia[2]. El
gráfico adjunto (tomado de la fuente citada) describe elocuentemente la impresionante transformación
registrada, desde una no muy lejana fecha en la que el rendimiento de los
mismos bonos llegó a superar la cota del 60%. Sin la efectiva “medicina Draghi”,
continuada e incrementada por alumnos aventajados, indudablemente el milagro producido
no habría sido posible.
De
todas formas, este atípico estado de cosas, ya convertido en una “nueva (ya
casi vieja) normalidad”, requiere algún esfuerzo mental para poder asimilarlo.
Un destacado gestor de carteras ha llegado a afirmar que “uno no puede realmente
posicionarse sobre los spreads
soberanos sobre la base de los fundamentales económicos. Esto no es lo que
determina el precio”[3]. La contraintuitiva
y perturbadora situación de tipos de interés negativos se ha convertido en un cotidiano “no
cumpleaños”, aunque no siempre feliz.
[1]
“Deuda pública y tipo de interés: un cisne negro en El Pireo”, BTV, 26 de
diciembre de 2019.
[2]
Vid. T. Stubbington, “Greek 5-year bond yield turns negative for first time”,
Financial Times, 14 de junio de 2021.
[3] Ibíd.