Que la fatiga influya en el rendimiento laboral
no parece que sea un gran descubrimiento. La comprobación de cómo aquélla
afecta de manera concreta a la toma de decisiones sí reviste mayor interés. El
sentido de las decisiones puede exhibir un marcado perfil temporal ajustado al
ciclo del rendimiento a lo largo de la jornada laboral. Es lo que se desprende
de la investigación reseñada en la columna Bartleby del número de The Economist
de la última semana de mayo[1].
Así, en una investigación realizada por Tobias
Baer y Simone Schnall[2], de la Universidad de Cambridge, “tomar decisiones a lo largo de períodos de
tiempo extendidos es “cognitively taxing[3]” y puede
llevar a una fatiga en la decisión, que esté vinculada a una preferencia a la
opción ‘por defecto’, esto es, cualquier decisión que implique el esfuerzo
cognitivo relativamente menor”.
En el estudio se evalúa la magnitud de las
consecuencias negativas de la fatiga decisoria en el sector de las finanzas,
concretamente en el proceso de resolución de solicitudes de crédito. En el caso
examinado, los analistas financieros estudian 46 propuestas al día. Comienzan
su trabajo entre las 8 y las 10 de la mañana, tienen el almuerzo entre las 13 y
las 15 horas, y acaban a las 18 horas. Los investigadores encontraron evidencia
de que la tasa de aprobación decae significativamente entre las 11 y las 14
horas, a medida que se aproxima la hora del almuerzo, luego se recupera a
partir de las 15 horas, para decaer de nuevo en las dos últimas horas de
trabajo.
A fin de cuantificar la pérdida económica
asociada a la variabilidad en las decisiones constatada, efectúan una
simulación de los ingresos adicionales que podría haber obtenido el banco de
haberse analizado todas las operaciones durante las primeras horas de trabajo.
La cifra obtenida asciende a medio millón de libras al mes.
El artículo de The Economist se hace eco de
comportamientos diferentes en otras actividades en función del momento de la
jornada laboral (vistas judiciales, prescripciones médicas, conducción de
vehículos…). La actividad mental puede abocar a un agotamiento físico, por lo
que las pausas (como resolver un crucigrama) pueden ser primordiales. Para The
Economist, que no se permitan algunos pasatiempos en el lugar de trabajo “es
irónico puesto que es improbable que perturben a otra persona, mientras que
conversar con un colega… es visto como una diversión perfectamente aceptable”.
Y concluye que “la lección para los gestores es que lo que parece que puede ser holganza es realmente un instrumento útil para mantener la productividad”.
Y hay otro aspecto relacionado no tanto con la
fatiga como con el esfuerzo que puede tener una notable incidencia en la
presentación de informes y propuestas. Cuando el formato es claro, sistemático
y fácilmente entendible, es más probable que surjan objeciones. Por el
contrario, cuanto menos se entienda, la probabilidad de ver allanado el camino
es mayor. Emitir cualquier opinión requiere conocimientos, competencias,
dedicación, y entendimiento. Los costes de la emisión de opiniones se
relacionan positivamente con el recurso a tales ingredientes. Por supuesto, la
antelación con que se disponga el documento y el momento en el que se exponga
pueden tener también, en la práctica, bastante importancia.
[1]
“The dangers of decision fatigue”, The Economist, 29 de mayo de 2021.
[2] “Quantifying the cost of decision fatigue: suboptimal
risk decisions in finance”, Royal Society for Open Science, 7 de abril de 2021.
Por cierto, se trata de “Open Science” y no de “Open Finance”, como se recoge
en el artículo de Bartleby, tal vez afectado por alguna fatiga transitoria.
[3]
Quizás sea mejor no buscar esta expresión en un diccionario en la web, ni
atenernos a su literalidad. Podemos contentarnos con asumir que es agotador
cognitivamente.