13 de marzo de 2021

La reiteración como piedra angular de la educación

 

Primero, de puertas adentro; luego abriremos la puerta, y saldremos al mundo exterior…”. Fue uno de los comienzos más ilusionantes que nunca tuve en una asignatura. Era el año 1978. Había elegido cursar como optativa la conocida como “OEI” (organización económica internacional) porque anhelaba poder descubrir los entresijos de las relaciones económicas internacionales, conocer el funcionamiento de los organismos económicos supranacionales, identificar los factores que condicionan los flujos comerciales entre países, interpretar las rúbricas de una balanza de pagos, saber cómo operaban las multinacionales, e indagar las claves por las que se mueven los mercados de divisas. La puesta en escena del encargado de abrir el cofre de esos conocimientos fue magnífica, estimulante y prometedora. Pero antes había que fijar las coordenadas del sitio donde nos encontrábamos. Primero había que mirar hacia dentro; luego iríamos hacia fuera: “Recuerden, primero, de puertas adentro; luego abriremos la puerta…”.

Hace unos días, tuve la oportunidad de asistir a una conferencia impartida por un eminente académico que versaba sobre la coyuntura económica española.

Según parece, dicho conferenciante, además de un vasto acervo científico, atesora un abundante elenco de anécdotas acaecidas en el mundo académico. De hecho, durante su exposición refirió una de ellas protagonizada por una de las figuras económicas más relevantes del siglo veinte de España, el ilustre profesor Valentín Andrés Álvarez. Personaje polifacético donde los haya, realizó, entre otros, estudios de Derecho, Economía y Física, además ser un consumado autor literario e incluso un habilidoso bailarín. En síntesis, algo así como un Schumpeter asturiano, aderezado con un ingenioso sentido del humor.

Cuando, a principios de los años cuarenta, se pone en marcha la Facultad de Económicas en Madrid, fue reclutado para formar parte de su claustro. Tras haberse doctorado en el año 1941 con una tesis centrada en el estudio de las “Valoraciones de comercio exterior de España”, en el año 1945 obtuvo la Cátedra de Teoría Económica en la Universidad Complutense. Allí impartió, hasta su jubilación en el año 1961, un curso introductorio de Teoría Económica[1].

En 1954 impulsó los trabajos preparatorios para la elaboración de la primera Tabla Input-Output de la economía española[2]. En vez de esa sofisticada denominación de “input-output” o “insumo-producto”, el profesor Álvarez abogaba por una expresión bastante más castiza: tabla “de metisaca[3].

Allí en el mítico Caserón de San Bernardo, comenzaba, cada curso, con la ceremonia del esperado encuentro con la Economía, ante un grupo de alumnos anhelantes por adentrarse en sus intrigantes y complicados vericuetos. La siguiente clase parecía, sin embargo, ser del mismo tenor y, sorprendentemente, según el relato del académico, también las posteriores. Luego, algún tipo de contratiempo le debió de impedir durante algún período comparecer por el Caserón, donde, según reseña el profesor Velarde, “Con subir unas escaleras, pasaba de la Física a la Metafísica”. Después de aquel paréntesis, el insigne catedrático regresó al estrado, para reiniciar la consabida introducción. En un momento dado, un avezado estudiante se atrevió a interpelarle de la siguiente forma: “Disculpe, profesor, pero esta lección ya la hemos dado”. “Puede que así sea, pero no se confunda: la reiteración es la clave de la educación”, le contestó el venerado maestro.

No lo decía cualquiera. Según consta en el informe realizado por el tribunal que juzgó las oposiciones para el acceso a cátedra, “en Valentín Andrés Álvarez sobresalían sus excelentes cualidades pedagógicas y de exposición, la claridad, lucidez, orden y amenidad en su estilo oral, unido a ello un elevado nivel cultural en todos los terrenos[4].

Recuerden… lo importante es ver primero lo que tenemos dentro, luego abriremos la puerta y saldremos fuera”. Así fueron pasando los días, a la espera de emprender el ansiado viaje por el mundo exterior.

Perdone, profesor, ¿cuándo saldremos de excursión?”, es la pregunta que uno de los alumnos comentaba entre bastidores, pero que nunca se atrevió a lanzar en público a aquel afable docente, que curiosamente se había formado en Madrid. No sé si llegó a ser alumno del irrepetible personaje que colaboró con Ortega y Gasset, pero, aparentemente, sí practicaba la misma metodología docente, basada en la reiteración.

Ya lo dicen los mayores expertos en didáctica. No conviene dar todo resuelto al alumno. Para el proceso de aprendizaje es fundamental que el estudiante, por sí mismo, sea capaz de hacer sus propias conexiones. No colmar las expectativas de adquisición de conocimientos es, quizás, una forma eficaz de mantener viva la inquietud intelectual. Es tal vez lo mejor y, desde luego, ahorra esfuerzos al proveedor y también, pero sólo a corto plazo, al receptor del saber. De hecho, en no en pocas ocasiones he recibido quejas de alumnos que argumentaban verse en situación de desventaja frente a los de otros grupos que llevaban “menos materia para el examen”.



[1] Vid. Juan Velarde Fuertes, “Valentín Andrés Álvarez y Álvarez”, Real Academia de la Historia, www.dbe.rah.es.

[2] Vid. Luis Perdices de Blas y Estrella Trincado Aznar, “Valentín Andrés Álvarez (1981-1982)”, www.ucm.es.

[3] Vid. Juan Velarde, op. cit.

[4][4] Vid. Rocío Sánchez Lissen, “Los tres primeros catedráticos de teoría económica de la universidad española”, en Enrique Fuentes Quintana (dir.), “Economía y economistas españoles”, vol. 7, Funcas, Círculo de Lectores, 2002, pág. 153.

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