A veces, cuando
viajo de noche, quedo impactado por la inmensidad de la oscuridad. Debe de
ser una experiencia inolvidable dejar de percibir, desde la quietud de las
alturas, los rastros lumínicos de las aglomeraciones urbanas en la superficie
del planeta. Así lo describe Bill Gates, quien, a partir de tales vivencias,
dice haber aprendido que mil millones de personas –cifra que ahora sitúa en 860
millones- no tenían acceso a una electricidad fiable.
Y, sin más dilación, nos coloca ante un grave
dilema. Es obvio que sería prácticamente imposible lograr avances
significativos en la lucha contra la pobreza y la enfermedad “cuando más de una
de cada diez personas en la Tierra no disponen de un acceso fiable a todos los
beneficios de la energía… pero alcanzar un estilo de vida moderno depende de
los combustibles fósiles. Y el problema es simple: no nos podemos permitir
liberar más gases de efecto invernadero”.
Convertido quizás en la primera referencia mundial
en la lucha contra el cambio climático, destronando a Al Gore, ha escrito un
libro, “Cómo evitar un desastre climático”, “para proponer un plan práctico
para eliminar las emisiones y desarrollar y desplegar los instrumentos que
necesitamos para hacerlo”. Así lo expone en un reciente artículo que sirve de
presentación internacional de su “manifiesto verde”[1].
El magnate estadounidense –predicador todoterreno
de enorme influencia global- considera que, para lograrlo, se requerirá un
montón de esfuerzos por parte de los únicos grupos capaces de operar a escala
global, los gobiernos, las organizaciones no lucrativas y las corporaciones.
Gates pone el foco en lo que denomina las “Primas
Verdes” (“Green Premiums”), que define como “las diferencias en coste entre una
forma de hacer algo basada en los combustibles fósiles y la forma limpia, no
basada en emisiones, de hacer la misma cosa”. Estas primas “nos dicen cuánto
costará que haya emisiones nulas en todos los sectores de la economía donde los
combustibles fósiles están implicados”. Hoy por hoy, salvo en algunos casos,
tales primas son muy elevadas, por una serie de razones.
Nos deja bastante desazonados cuando nos asegura
que la alternativa de la plantación de árboles como forma de absorber parte del
carbono es irrisoria a tenor de la magnitud de la tarea necesaria: “Para
absorber las emisiones de ciclo vital que se producirán por cada estadounidense
vivo actualmente… se necesitaría plantar y mantener permanentemente… casi la mitad
de la masa continental del mundo”. Todo un jarro de agua fría, después de que,
hace años, Mario Robles del Moral, desde su apasionado conocimiento de los
bosques, reforzado con la indiscutible autoridad de sus dos apellidos arbóreos,
nos ilusionara tanto con el proyecto del “Green Way”, de un camino verde que
describiría una senda trasnacional, visible desde el espacio exterior.
En su opinión, es preciso incidir en cuatro áreas,
esencialmente de la mano de las empresas:
1ª) Movilización del capital para reducir las
primas verdes (vgr., financiación de soluciones innovadoras bajas en carbono).
2ª) Adecuación del perfil de los productos
demandados (vgr., compra de vehículos eléctricos, sustitución del acero y del
cemento por alternativas verdes).
3ª) Expansión de la investigación y el desarrollo
(vgr., carnes de origen vegetal).
4ª) Configuración de las políticas públicas (vgr., promoción
de I+D en energías limpias).
El artículo acaba con una apelación a los líderes
empresariales a fin de que tengan el coraje necesario para asumir los riesgos
para adoptar las actuaciones requeridas ante el cambio climático.
No sin antes dejarnos con una especie de enigma. En
este sentido, nos deja un tanto desconcertados cuando, al recordar que solía
trabajar en el ámbito de la salud global, “en el que los gobiernos y las
corporaciones del mundo necesitan que ocasionalmente se les recuerde por qué
deben preocuparse”, no hace la más mínima alusión al terrible recordatorio que
nos azota desde hace ya un año. Es de esperar que en el libro nos aclare éste y
otros misterios, como cuál es su recomendación acerca del modelo económico,
social y político compatible con los objetivos medioambientales.
[1] Bill Gates, “Bill Gates: my green manifesto” (a pesar de que el corrector automático del ordenador se empeña en escribir “green” con mayúscula, y en añadir una tilde a “manifesto”), Financial Times, 19 de febrero de 2021. [Afortunadamente, no ha hecho acto de incursión ningún sagaz traductor, ya que el nombre de “Guille Puertas” es menos conocido. Sin embargo, en el fondo, no le faltaría algo de razón si nos sugiriera que el artículo, en el que el editor incluye el nombre del autor en el título, en realidad viene a advertirnos de que es preciso abrir las “puertas de las facturas”.]