“Inclusión” es una palabra de moda, que ha llegado con bríos sobrados para que no sea una moda pasajera, sino un rasgo que tiende a incorporarse, a incluirse, de manera estructural, en los ámbitos más diversos. Lo inclusivo y lo sostenible son ya emblemas de los nuevos tiempos. El primer vocablo, después de afianzarse en la noción de “crecimiento económico inclusivo”, llega ahora a asociarse a una palabra maldita, representativa de un modelo de sistema económico denostado. Así, si hacemos caso a las tendencias dominantes en las pontificaciones y postulados sociales, políticos y económicos de mayor relieve, esa alianza podría antojarse como irrealizable. Sí, no sería extraño que, a tenor de las doctrinas más extendidas, pudiera considerarse que la expresión “capitalismo inclusivo” encierra en sí misma un oxímoron.
Uno de los líderes mundiales que de forma más activa y entusiasta han contribuido a forjar esa idea es el Papa Francisco. En un artículo publicado hace varios años (diario Sur, 5-3-2014) abordábamos la doctrina económica del máximo dignatario de la Iglesia Católica, y, en otro difundido en este blog (1-7-2018), algunos aspectos de dicha doctrina en el Vaticano. Como recuerda Andrew Edgeclife-Johnson (Financial Times, 8-12-2020), el Sumo Pontífice ha llegado a calificar los mercados libres como “el estiércol del diablo”.
De un modo más atemperado pero no menos contundente, en la encíclica “Fratelli Tutti” (2020), hace hincapié en que la solidaridad es, entre otras cosas, “enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero” (p. 77), y nos recuerda que “el mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal” (p. 111). En dicha carta papal, como señala Lorenzo Bernardo de Quirós (Actualidad Económica, 2020), “se realiza una verdadera demolición del derecho a la propiedad”.
Pese a ese rechazo frontal al pilar esencial del sistema capitalista, el Vaticano ha accedido a bendecir, incluso con su nombre, el Council for Inclusive Capitalism with the Vatican, una agrupación de grandes inversores, compañías, sindicatos y fundaciones que pretenden hacer del capitalismo un sistema mejor desde los puntos de vista social y medioambiental.
Contrariamente a las tesis franciscanas, en la declaración institucional de dicho Consejo se hace constar que “el capitalismo saca de la pobreza a las personas e impulsa la innovación y el crecimiento globales”. “Sin embargo -se continúa afirmando-, para abordar los desafíos del siglo veintiuno, el capitalismo necesita adaptarse… El capitalismo ha sacado a miles de millones de personas de la pobreza, pero muchos en la sociedad se han quedado atrás y el planeta ha pagado un precio”.
La fundadora del Council fue Lady Lynn Forester de Rothschild, que aboga por pasar a la acción y reformar los mercados de capitales. En la primera reunión del Papa Francisco con los líderes integrantes de dicha entidad, en noviembre de 2019, les transmitió que los empresarios podrían ejercer una ‘noble vocación’ si trabajaran por lograr la vuelta de la economía y las finanzas a un enfoque ético que favorezca a los seres humanos (Edgeclife-Johnson, op. cit.).
Una visión distinta sobre el capitalismo existe también dentro de la Iglesia Católica. Según narra Martin Rhonheimer en su libro “Libertad económica, capitalismo y ética cristiana” (2019), después de haber sido aceptado, su artículo “El ‘malvado capitalismo’: la forma económica del dar”, fue, curiosamente, rechazado “por razones de prudencia y oportunidad”.