La primera vez que leí un artículo de Samuel Brittan, la impresión inmediata fue que del texto emanaba sabiduría económica, un dominio de los fundamentos del análisis económico, una profunda capacidad para aplicar sus instrumentos para explicar la realidad. Su producción acumulada a lo largo de más de cincuenta años representa un caudal inmenso de conocimiento, un extraordinario legado que debería ponerse al alcance de cualquier interesado en el estudio de los problemas económicos. Como en algunas ocasiones comentaba a mis alumnos, su habilidad para destilar el saber económico era llamativa y sumamente útil e instructiva.
Al ver ayer su imagen no pude evitar llenarme de tristeza, al saber que no podremos volver a contar con su maestría para diseccionar los nuevos problemas económicos. Uno de los articulistas de referencia del Financial Times, retirado hace varios años, nos ha dicho adiós a la edad de 86 años. Especialmente tras leer la semblanza que le dedican sus colegas Alan Budd y Andrew Hill (Financial Times, 12-10-2020), uno puede apreciar su impresionante trayectoria, además de lamentar una vez más no haber tenido la oportunidad de seguir sus aportaciones desde el inicio de nuestro propio proceso de formación.
Hace años, uno de los evaluadores de un artículo que yo había remitido para su posible publicación a una revista científica, cuestionaba que, en la sección bibliográfica, incluyera algunas referencias de textos publicados en la prensa económica especializada. Ciertamente, frecuentemente incurrimos en el sesgo de menospreciar contribuciones que pueden ser valiosas en razón de que no estén amparadas en un formato académico. Hay, desde luego, mucha heterogeneidad en los artículos de prensa, especializada o no, prestigiosa o no, pero algunos de ellos como los de Samuel Brittan escalan hasta cumbres muy elevadas. Y, además, como suele decirse, según recuerdan Budd y Hill, los columnistas británicos son también capaces de escribir libros. Y Brittan se encargó de que esa selecta regla siguiera prevaleciendo muy dignamente.
Uno de sus títulos fue “Left or right: the bogus dilemma”, que evocaba en un artículo posterior publicado en abril de 2012. En él sostenía que la dicotomía izquierda-derecha constituye un falso dilema, y que el concepto de un espectro izquierda-derecha oscurece más que ilumina. Como soporte argumental señalaba que aunque Hitler y Stalin se colocan usualmente en los extremos derecho e izquierdo, respectivamente, de hecho tenían mucho más en común entre ellos que cualquiera de ellos tenía con los políticos de posiciones centristas. Esa visión camufla problemas importantes y levanta barreras entre quienes debieran ser aliados, afirmaba.