Francis Fukuyama es autor de lúcidos y documentados análisis acerca de la naturaleza del orden político y de los factores explicativos de la eficacia y la legitimidad de los gobiernos. Ante un evento tan extraordinario y relevante como la crisis originada por la pandemia del coronavirus, que ha puesto a prueba la capacidad de actuación de los Estados y la resistencia del modelo de sociedad, era de esperar que aplicara su enfoque analítico a la experiencia internacional. Así lo hace en un reciente artículo (“The pandemic and political order”, Foreign Affairs, julio/agosto 2020).
En el mismo señala que “ya está claro por qué algunos países lo han hecho mejor que otros al afrontar la crisis hasta ahora, y hay razones para considerar que estas tendencias continuarán”. Y sostiene la tesis de que no es una cuestión del tipo de régimen: “Algunas democracias han actuado bien, pero otras no, y lo mismo es cierto para las autocracias”.
Según Fukuyama, los factores responsables de que haya habido respuestas exitosas ante la pandemia son tres: capacidad estatal, confianza social, y liderazgo. Así, “los países que han contado con los tres -un aparato estatal competente, un gobierno en el que los ciudadanos confían y que escucha a éstos, y líderes efectivos- han tenido una actuación impresionante, limitando el daño que han sufrido. Los países con estados disfuncionales, sociedades polarizadas, o con un pobre liderazgo lo han hecho mal, dejando a sus ciudadanos y a sus economías expuestos y vulnerables”.
En su opinión, la pandemia ha representado una prueba de resistencia política global, tan dura que muy pocos países es probable que la superen. “Para manejar los estadios iniciales de la crisis de manera exitosa, los países necesitaban no sólo Estados capaces y adecuados recursos, sino también una gran dosis de consenso social y líderes competentes que inspiraran confianza”, apostilla. Tal necesidad, según él, fue cubierta por Corea del Sur, que delegó la gestión de la epidemia en un equipo sanitario profesional, y por Alemania.
En el artículo no se menciona el caso de España en ningún momento. ¿En qué lado del espectro habría que situarla con arreglo a los cánones planteados por Fukuyama?