Leí los primeros trabajos de Alberto Alesina hacia
finales de los años ochenta. Ya entonces el profesor José Manuel González-Páramo
me comentó que aquel joven economista, nacido en Italia el año 1957, y arraigado
en Harvard, era uno de los talentos emergentes. No se equivocó. Sus trabajos
sobre la independencia de los bancos centrales para contener la inflación se convirtieron
en una referencia clave en el panorama económico. Me fueron de gran utilidad en
el proceso de elaborar un estudio sobre la financiación monetaria del déficit
público. Alesina demostró que la inflación no siempre es sólo un fenómeno monetario;
también puede serlo político.
Considerado el fundador de la moderna Economía Política,
en numerosos trabajos incorporó la perspectiva institucional al análisis de los
problemas económicos, a partir de un enfoque interdisciplinar. Quizás su origen
italiano y la herencia de los grandes hacendistas italianos que incorporaron en
sus postulados los componentes sociológico y político están detrás de su
posicionamiento metodológico, esencial para la nueva andadura de la Economía.
Firme partidario del mercado libre, no por ello se inhibió de los problemas de
la desigualdad. Hace años anticipó el papel de la ideología en la polarización
política, tal y como hoy lo estamos padeciendo.
Frente a la ola imparable de críticas contra la
denominada política de austeridad presupuestaria, tuvo el arrojo de proclamar
que determinadas políticas de ajuste presupuestario (especialmente las basadas
en la vertiente de los gastos) pueden resultar exitosas con vistas a los objetivos
de estabilización y de expansión económica. Eso le valió críticas exacerbadas,
como la proveniente del Premio Nobel Paul Krugman -bien conocido en relación
con el análisis de la crisis del euro y de España durante la Gran Recesión-, que
llegó a ridiculizarlo en un artículo publicado en el diario New York Times
(13-3-2013), con un título bastante significativo: “Night of the Living Alesina”.
A pesar de tales ataques, Alesina y su equipo siguieron
investigando tan importante cuestión. Fruto de esa línea es el libro “Austerity.
When it works and when it doesn’t”, escrito conjuntamente con Carlo Favero y
Franceso Giavazi (Princeton University Press, 2019).
Hace unos días, en una revista especializada, vi un
artículo dedicado al economista italiano. Pensé que se trataba de una
valoración de su fecunda trayectoria investigadora o de alguna alusión a los
posibles remedios ante la nueva crisis económica. Cuando, poco después, vi otro
artículo en el que aparecían unas fechas en el encabezado, no tuve más remedio
que admitir que se habían cumplido los peores augurios. Un fallo cardíaco había
puesto fin abruptamente a la vida de ese gran economista, a la edad de 63 años.
Una enorme pérdida para el conocimiento económico.
A modo de homenaje, me quedo con el testimonio de
dos colaboradores suyos directos, Alias Papaioannou y Stefanie Stantcheva (“Alberto
Alesina. A free-spirited economist”, Vox Cepr Policy Portal, 27-5-2020): “Pocos
economistas han tenido el impacto gigantesco sobre nuestra disciplina como el
que ha tenido Alberto Alesina. Bastantes pocos economistas escriben trabajos
grandes e importantes. Sólo unos pocos realizan contribuciones innovadoras y transformadoras
de su campo. Y sólo un puñado establecen nuevos campos. Alberto, el fundador de
la moderna Economía Política, hizo justo eso”.
Simplemente el hecho de que un articulista tan
incisivo y, habitualmente, con orientaciones bastante opuestas a las de Alesina
como Martin Sandbu (“Alberto Alesina, economist, 1957-2020”, Financial Times,
29-5-2020), recoja una serie de testimonios de elogio, sin ni siquiera entrar a
cuestionar la tesis de la “austeridad expansiva”, es todo un indicio del
respeto ganado dentro de la profesión.
En este caso, afortunadamente, no se ha cumplido
totalmente el pronóstico de Krugman. A pesar de la tristeza de su temprana
pérdida, con su despedida no cae la noche. Alesina deja tras de sí amplias
redes de jóvenes investigadores que, sin duda, continuarán su labor en provecho
de una mejor ciencia económica. Y sus aportaciones seguirán arrojando luz para abordar
el análisis de problemas sociales que requieren de algo más que complejos
modelos matemáticos.