16 de enero de 2020

El movimiento de Google hacia la actividad bancaria


Las grandes corporaciones tecnológicas no dejan de extender sus poderosas redes, que se adentran en cada vez más recovecos de nuestras vidas. Su evolución parece describir una trayectoria de convergencia hacia el inquietante panorama descrito en “El Círculo”, novela -no tan futurista- de Dave Eggers (una reseña de la misma se incluye en el número 16 de la revista eXtoikos).
Ante el descomunal poderío de los gigantes tecnológicos, muchas personas se preguntan por qué no se han adueñado ya del espacio bancario, cuando reúnen algunos de los instrumentos básicos para hacerlo, en una etapa de transformación y digitalización de los servicios financieros. ¿Quién podría competir con operadores con alcance mundial y un conocimiento casi exhaustivo de nuestras pautas de comportamiento, necesidades y preferencias personales?
Una respuesta es que no tienen prisa, ya que nadie amenaza su posición dominante. Otra, la lógica reticencia a someterse a unos exigentes requisitos regulatorios en caso de que se decidieran a captar directamente depósitos y ofrecer otros servicios regulados. Una tercera obedece a la dureza de las condiciones en las que actualmente se lleva a cabo la actividad bancaria y la dificultad asociada de lograr adecuadas tasas de rentabilidad, lo que, en cualquier caso, por las ventajas en la vertiente de los costes y la amplitud de su alcance, será mucho más factible para las grandes corporaciones tecnológicas.
Algunas de ellas ya han empezado a ofrecer servicios de pago y planean el lanzamiento de monedas digitales. Más recientemente, Google se ha decantado por hacer una incursión en el negocio de los depósitos bancarios, aunque de la mano de entidades financieras tradicionales, como Citigroup y Stanford Federal Credit Union. Google busca alianzas con operadores financieros “para ofrecer cuentas corrientes inteligentes a través de Google Pay, “ayudando a sus clientes a beneficiarse de conocimientos útiles y de herramientas de presupuestación” (Tim Bradshaw y Robert Armstrong, “Google in talks to move into banking”, Financial Times, 13 de noviembre de 2019).
Como señala el diario Financial Times (“Geogle/banking: every breath you take”, 14 de noviembre de 2019), con más de 121.000 millones de dólares en caja y en títulos líquidos, Alphabet, la matriz de Google, no necesita precisamente acudir a depósitos externos para financiar sus operaciones fintech, por lo que no es difícil suponer que el negocio en cuestión tiene que aportarle otro tipo de réditos, a corto o a medio plazo.
Según dicho diario, si el experimento de las cuentas corrientes sale bien, podría ofrecer una gama completa de servicios financieros, como ya hace la empresa china Alipay.
El artículo finaliza con la siguiente reflexión, que viene en cierta manera a cerrar “El Círculo”: “Una oportunidad claramente de doble filo puede eventualmente plantearse a los consumidores: hacer operaciones bancarias, comprar, relacionarse y estudiar dentro de un ecosistema construido por un solo grupo tecnológico. La agregación de datos  multiplica su valor. Las objeciones éticas proliferan a la misma tasa”.

Ya se sabe, como decía la mítica canción de “The Police”, “Every breath you take, every move you make… I’ll be watching you”.

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