Las grandes
corporaciones tecnológicas no dejan de extender sus poderosas redes, que se
adentran en cada vez más recovecos de nuestras vidas. Su evolución parece
describir una trayectoria de convergencia hacia el inquietante panorama
descrito en “El Círculo”, novela -no tan futurista- de Dave Eggers (una reseña
de la misma se incluye en el número 16 de la revista eXtoikos).
Ante el
descomunal poderío de los gigantes tecnológicos, muchas personas se preguntan
por qué no se han adueñado ya del espacio bancario, cuando reúnen algunos de
los instrumentos básicos para hacerlo, en una etapa de transformación y
digitalización de los servicios financieros. ¿Quién podría competir con
operadores con alcance mundial y un conocimiento casi exhaustivo de nuestras
pautas de comportamiento, necesidades y preferencias personales?
Una
respuesta es que no tienen prisa, ya que nadie amenaza su posición dominante.
Otra, la lógica reticencia a someterse a unos exigentes requisitos regulatorios
en caso de que se decidieran a captar directamente depósitos y ofrecer otros
servicios regulados. Una tercera obedece a la dureza de las condiciones en las
que actualmente se lleva a cabo la actividad bancaria y la dificultad asociada
de lograr adecuadas tasas de rentabilidad, lo que, en cualquier caso, por las
ventajas en la vertiente de los costes y la amplitud de su alcance, será mucho
más factible para las grandes corporaciones tecnológicas.
Algunas de
ellas ya han empezado a ofrecer servicios de pago y planean el lanzamiento de
monedas digitales. Más recientemente, Google se ha decantado por hacer una
incursión en el negocio de los depósitos bancarios, aunque de la mano de
entidades financieras tradicionales, como Citigroup y Stanford Federal Credit
Union. Google busca alianzas con operadores financieros “para ofrecer cuentas
corrientes inteligentes a través de Google Pay, “ayudando a sus clientes a
beneficiarse de conocimientos útiles y de herramientas de presupuestación” (Tim
Bradshaw y Robert Armstrong, “Google in talks to move into banking”, Financial
Times, 13 de noviembre de 2019).
Como señala
el diario Financial Times (“Geogle/banking: every breath you take”, 14 de
noviembre de 2019), con más de 121.000 millones de dólares en caja y en títulos
líquidos, Alphabet, la matriz de Google, no necesita precisamente acudir a
depósitos externos para financiar sus operaciones fintech, por lo que no es
difícil suponer que el negocio en cuestión tiene que aportarle otro tipo de
réditos, a corto o a medio plazo.
Según dicho
diario, si el experimento de las cuentas corrientes sale bien, podría ofrecer
una gama completa de servicios financieros, como ya hace la empresa china
Alipay.
El artículo
finaliza con la siguiente reflexión, que viene en cierta manera a cerrar “El
Círculo”: “Una oportunidad claramente de doble filo puede eventualmente
plantearse a los consumidores: hacer operaciones bancarias, comprar,
relacionarse y estudiar dentro de un ecosistema construido por un solo grupo
tecnológico. La agregación de datos
multiplica su valor. Las objeciones éticas proliferan a la misma tasa”.
Ya se sabe, como
decía la mítica canción de “The Police”, “Every breath you take, every move you
make… I’ll be watching you”.