27 de julio de 2019

“El frío de la muerte”, de John Connolly: la ley de los rendimientos decrecientes

¿Qué tipo de rendimientos -crecientes, constantes o decrecientes- cabe esperar en la producción literaria de un escritor? Seguramente un experimentado y avezado lector es capaz de identificar los tres modelos en las trayectorias de distintos autores, e incluso en la de uno mismo en la que puedan delimitarse etapas diferenciadas. Por supuesto, es posible que tampoco falte quien aprecie que, en determinados casos, el signo de los rendimientos llega a ser negativo.

Ahora bien, cuando la actividad productiva se centra en la acumulación de historias de unos mismos personajes, dentro de unos registros temáticos similares, al menos a priori resulta harto difícil que no haga acto de presencia la ley de los rendimientos decrecientes.

Quien haya seguido la prolífica senda del escritor John Connolly en torno al detective Charlie Parker es probable que considere que aquél ha sido capaz de superar el reto. Pese a la cada vez más intensas incursiones de corte sobrenatural o de la sucesión de tópicos asidos al perfil de algunos de los protagonistas, la incorporación de misterios ancestrales y la sucesiva aparición de los personajes más abyectos, repulsivos y letales que se puedan imaginar constituyen ingredientes que difícilmente pueden causar indiferencia.

Sin embargo, aun reconociendo la profundidad de ese inquietante repertorio devastador, en su última entrega (“El frío de la muerte”), la sombra de los rendimientos decrecientes es claramente perceptible. Quizás la cuerda ha llegado a estirarse demasiado. Y, al meditar sobre esto, acudo a las hojas de “Hipérbaton”, libro en el que se recopilan algunos artículos propios de una etapa anterior, para comprobar, con asombro e incredulidad, que mis primeras impresiones escritas sobre el hoy día afamado novelista dublinés se remontan a los años 2009 y 2010. Y me parece que fue ayer cuando leí la primera entrega de la serie, “Todo lo que muere”, cuando en realidad corría el año 2004. Verdaderamente me cuesta trabajo creerlo, por lo que tendré que comprobar, en caso de que sea capaz de localizar el ejemplar, si llevé a cabo alguna datación que me lo pueda acreditar.

El título de la última obra en la edición española se aparta considerablemente del original, “A game of ghosts”, mucho más expresivo e ilustrativo de lo que, de forma casi permanente, se puede encontrar quien se adentre en sus páginas. Aunque siempre con el tono un tanto ambiguo y desconcertante con el que John Connolly suele impregnar sus relatos, sumiendo al lector en un mar de dudas y confusiones.

Algo más comedidos en sus conductas, Parker y su inseparable y peculiar dúo de acompañantes se afanan, por encargo de un agente del FBI, en la búsqueda de las huellas de un investigador privado desaparecido, que había concentrado sus esfuerzos en averiguar las causas de una serie de muertes y desapariciones aparentemente inconexas. Como suele ser habitual, los trabajos de Parker se convierten en un punto de confluencia de intereses complementarios o contrapuestos. Y, como siempre, como telón de fondo, la trama se ve acompañada de las complicadas relaciones con su hija a tenor de las estrictas condiciones establecidas en su acuerdo de separación matrimonial, agravadas por acontecimientos más recientes.

Apenas falta, en suma, ninguno de los elementos “connollianos” habituales, pero, como antes señalaba, después de tanto tiempo y tantas entregas, es casi inevitable hacer alguna reflexión sobre el imperio de la ley de los rendimientos decrecientes.

En verdad no me atrevería a emitir sobre la marcha un veredicto categórico, aun cuando, desde luego, no situaría la referida novela en la cúspide de su producción literaria. Pensándolo bien, creo que, hace ya algún tiempo, llegó a un punto de inflexión, pero en el sentido estricto. Ha seguido añadiendo valor, en la forma de entretenimiento, pero a un ritmo descendente. Sin embargo, dada la fértil imaginación del escritor para crear personajes execrables y concebir relatos tenebrosos, sería bastante arriesgado excluir que pueda reaparecer con impactos insospechados. Quien haya leído alguna novela de la serie comentada no podrá evitar dudar acerca del aserto de que la realidad supera la ficción. La ficción de John Connolly se antoja difícil de superar incluso por la realidad.

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