15 de junio de 2019

Llega la FB (Facebook) Coin: una vuelta más de tuerca

A raíz de las dramáticas consecuencias de la crisis financiera internacional de 2007-2008, se han multiplicado las posiciones de repudio hacia el mundo económico, especialmente hacia todo lo que tenga algo que ver con el mercado y, no digamos, con el dinero. La deshumanización de la ¿ciencia? económica tiende a aparecer cada vez más como causa de (casi) todos los males.

En contraposición, han ido surgiendo iniciativas que colocaban en un primer plano a la persona. Su encomiable finalidad era ofrecer servicios útiles para los individuos y para la sociedad. No sólo introduciendo grandes innovaciones tecnológicas, sino, además, prescindiendo del mercado. Éste quedaba tocado del ala, toda vez que, por fin, era factible generar un entramado de relaciones sociales sin límite con independencia absoluta del sistema de precios. Para asombro de muchos, pasábamos a disponer de una gama de servicios que mejoraban grandemente nuestra existencia de forma -al menos aparentemente- totalmente gratuita.

Algo extraño, dentro del nuevo entramado, es, sin embargo, que no sólo no hayan desaparecido, sino que se hayan elevado a altas potencias, las valoraciones económicas de algunas empresas, tocadas quizás por una varita mágica. Sí, desde la perspectiva antimercado y anticapitalista parece un poco raro que exista semejante actividad económica en segunda instancia, que no viene precisamente a corregir las desigualdades económicas provocadas por los mercados tradicionales.

De esta misma guisa, sorprende la proliferación de nuevas formas de dinero y, en particular, la senda expansiva de las monedas virtuales, que se cuentan por centenares. Hasta ahora, los gigantes tecnológicos y los que dominan la información de las personas se mantenían al margen de la operatoria financiera, pero, bien directamente o en alianza con otros operadores, están irrumpiendo ya en un ámbito en el que, en razón de su poderío omnímodo, tienen el éxito en gran medida asegurado.

Las aplicaciones financieras están llegando al terreno amigable de las redes sociales. No, no nacieron para esta finalidad, pero ya que estamos… qué inconveniente puede haber en seguir ofreciendo servicios a los usuarios. Así, el gigante Facebook tiene previsto lanzar el próximo año su propia moneda digital.

El proyecto de Facebook permitirá que los usuarios de esa inmensa red puedan enviarse dinero entre sí y, asimismo, que puedan efectuar pagos por Internet a través de Facebook, Instagram y WhatsApp. “Debe ser tan fácil enviar a alguien dinero como enviarle una foto”, ha señalado Mark Zuckerberg a los desarrolladores de programas (The Economist, “FaceCoin”, 1 de junio de 2019). Algunas aplicaciones ya en uso nos demuestran que, efectivamente, con los actuales adelantos técnicos, así es.

El proyecto de Facebook se basa en la tecnología del blockchain. Pretende crear una moneda digital propia, pero, a diferencia del Bitcoin, aspira a ser una moneda estable en su valoración, con un anclaje con el dólar o con una cesta de divisas.

Aun cuando los detalles del proyecto se han mantenido en secreto (se prevé su presentación inminente), su objetivo es que cualquier usuario pueda acceder a la cadena de pagos incluso si no tiene una cuenta bancaria (Gillian Tett, Financial Times, 13 de junio de 2019). 

Al margen de las señaladas, se plantean algunas otras cuestiones: ¿permitirá la nueva moneda solucionar fácilmente el problema de la exclusión financiera?, ¿tienen los bancos tradicionales los días contados?, ¿qué tipo de regulación se aplicará a los emisores de la nueva moneda?

Ahora bien, tal vez todo lo anterior no sea más que una mala interpretación, y la correcta sea la del Winnie the Pooh local: “Facebook llega a Coín”.

Pensándolo bien, ¿por qué no proponer al noble municipio malagueño como centro de coordinación o de información de monedas virtuales?


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