18 de enero de 2019

El fin de la historia según Fukuyama: la historia no tiene fin

No son pocas las tesis y proposiciones sostenidas en distintas parcelas del conocimiento que suelen ser más citadas que leídas. La introducción de mensajes en la cadena de transmisión de la información que no cuenten con la garantía de la calibración adecuada de las fuentes originales presenta un elevado de riesgo de inducción a la confusión, con una clara tendencia, en su caso, al enquistamiento. El caso de la tesis del fin de la historia planteada por el politólogo Francis Fukuyama es paradigmático en dicho sentido. Una tesis difundida bajo un título tan simple y expresivo como el de la mencionada tiene sus pros y sus contras. La experiencia demuestra que las denominaciones sencillas pueden convertirse de hecho en “false friends”.

Así, oír hablar de que alguien proclama que ha llegado el “fin de la historia” es una oportunidad en toda regla, una tentación, para lanzar un rechazo directo y categórico a semejante pretensión, rayana en una boutade, cuando no en un auténtico disparate. Ciertamente ignoro qué porcentaje de “oyentes” ha podido abonarse a una línea tan simplona como displicente.

Cuestión distinta es la apreciación de la tesis fukuyamiana por parte de quienes han leído el texto original. Aunque algo menos difícil, no es tampoco una tarea irrelevante, pero, a tenor de las pistas que nos ofrece el propio Fukuyama, no puede decirse que no hayan existido interpretaciones desajustadas. Casi treinta años después de la publicación del controvertido meritado planteamiento, en el prefacio de la obra “Identity. The demand for dignity and the politics of resentment”, publicada en 2018, efectúa algunas aclaraciones interesantes.

Concretamente, allí asevera que usó el término  “historia” en el sentido hegeliano-marxista, esto es, como pauta evolutiva a largo plazo de las instituciones humanas, lo que, alternativamente, podría haberse denominado desarrollo o modernización. La palabra “fin” no significaba para él, pues, terminación sino objetivo o meta. Según señala, Marx había dictaminado que el fin de la historia sería la utopía comunista, y él simplemente sugería que la versión de Hegel, en la que el desarrollo resultaba en un estado liberal vinculado a la economía de mercado, era el resultado más plausible.

Y acaba resaltando un detalle verdademente propenso a quedar soslayado: sus críticos no advirtieron que había un signo de interrogación al final del título de su ensayo originario. Publicar en inglés tiene muchas ventajas, aunque también algunos inconvenientes. En español, ese detalle tal vez habría pasado menos desapercibido.

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