1 de agosto de 2018

El lance del penalti: entre la destreza y el azar, entre el premio y el castigo

En no pocas ocasiones, los vericuetos del lenguaje llevan a un vocablo a enfrentarse con su destino. En otros supuestos, son los propios mimbres etimológicos los que condicionan las expresiones al uso. En el caso del penalti, aun cuando la palabra inglesa originaria no albergue ninguna duda de su vocación sancionadora, no deja de ser curiosa la acepción del penal argentino. Al margen de eso, el penalti se utiliza en los campeonatos de fútbol no solo como práctica sancionadora de una infracción tipificada como grave, sino también como instrumento para dirimir un empate. Para los equipos que no han sido capaces de evidenciar su supuesta superioridad frente a su rival, llegar a la tanda de penaltis se convierte en un castigo por no haber podido atenerse al guion; para el adversario, un premio por la resistencia mostrada.

El recurso al lanzamiento de penaltis en los mundiales de fútbol es relativamente reciente. Antes del mundial de 1982 (“Naranjito” remembered), cuando un partido de eliminatoria finalizaba con empate tras la prórroga, el ganador se dilucidaba mediante el lanzamiento de una moneda al aire, simplemente a cara o cruz.

¿Es la alternativa de los penaltis un método menos dependiente del azar que la de jugárselo a cara o cruz? En un reciente artículo de The Economist (“Football penalties. The lucky 12 yards”, 23-6-2018) se sostiene que es discutible que así sea. En dicho artículo se recogen algunas consideraciones de interés tanto para el aficionado al fútbol como para el amante de la técnica estadística, basadas en el análisis de la propia revista como en el de un profesor de la London School of Economics, Ignacio Palacios-Huerta, que hace años fue jefe de identificación del talento del Athletic Club de Bilbao. Aquí se recogen, de manera sintética, algunas de ellas:

1. No existe relación entre el nivel deportivo de un equipo y su éxito en las tandas de penaltis.

2. Sí hay algunas pautas para mejorar la probabilidad de victoria.

3. Es preferible ser los primeros en el turno de lanzamiento: el equipo que comienza lanzando triunfa en un 60% de las ocasiones.

4. Los lanzadores marcan gol un 75% de los lanzamientos, pero el porcentaje de acierto disminuye en el cuarto de los penaltis (de los cinco estipulados inicialmente), hasta un 70% para quien lanza primero y un 56% para quien lo hace después.

5. La importancia de los cinco penaltis presenta una forma de “U”: los lanzamientos que tienen mayor impacto en la práctica son el primero y el quinto; el que menos suele importar, el tercero.

6. La mayor dificultad para detener un penalti corresponde a los que se tiran por arriba; los porteros solo paran un 3% de estos.

7. Sin embargo, la tasa de fallos de los lanzamientos por arriba es elevada, de un 18%, frente a únicamente un 5% para los que van rasos.

8. La combinación de ambos aspectos, dificultad y probabilidad de fallo, hace que se aproximen bastante las tasas de éxito de los dos tipos de lanzamiento, 79% y 72%, respectivamente.

9. Hay poca diferencia en las tasa de éxito de los tiros lanzados por la izquierda, por el centro o por la derecha.

10. Los lanzadores golpean el balón en su dirección natural, según sean diestros (hacia la izquierda de la portería, derecha del guardameta) o zurdos (hacia la derecha de la portería, izquierda del guardameta), un 25% más frecuentemente que en la otra dirección.

Decidir un partido mediante el lanzamiento de penaltis puede ser considerado un procedimiento más justo que el dictado de una moneda al aire, pero conlleva unos elementos de incertidumbre y tensión que pueden desembocar en heroicidades o en episodios trágicos. Cabría razonablemente plantearse si debe someterse a los jugadores a semejante coste potencial. Pero quizás a muchos de ellos el aliciente de la gloria les puede compensar el riesgo incurrido.

[Dedicado a la memoria de Valero Enfedaque, quien, a lo largo de su vida, tuvo la capacidad, la destreza y el aplomo para detener muchos penaltis. Solo ha podido ser batido cuando alguien ha alterado las reglas y ha permitido un segundo lanzamiento a puerta vacía. Ahora, desde su nueva atalaya, su valentía, su entereza, su actitud ante la vida y su bonhomía seguirán siendo un ejemplo imborrable para todos los que tienen que seguir enfrentándose, sin ayuda de nadie, como cancerberos solitarios, al duro lance de los penaltis en este deporte inescrutable, muchas veces injusto y cruel, que es la vida.]

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