Desde hace años, vienen realizándose en todo el mundo estudios -ya sea de carácter nacional o internacional- para la medición del grado de cultura financiera de la población. Muchos de los estudios realizados se basan en cuestionarios que utilizan algunas preguntas que han adquirido un destacado protagonismo. No en vano se conocen como “las tres grandes”. Fueron éstas propuestas en el año 2008 por dos de las mayores especialistas mundiales de Educación Financiera, Annamaria Lusardi y Olivia S. Mitchell.
Tales preguntas cumplen, según estas autoras, los cuatro
criterios expuestos en su artículo de referencia publicado en 2014 en el Journal
of Economic Literature: “Four principles informed the design of these
questions. The first is Simplicity: the questions should measure knowledge of
the building blocks fundamental to decision making in an intertemporal setting.
The second is Relevance: the questions should relate to concepts pertinent to
peoples’ day-to-day financial decisions over the life cycle; moreover, they
must capture general, rather than context-specific, ideas. Third is Brevity:
the number of questions must be kept short to secure widespread adoption; and
fourth is Capacity to differentiate, meaning that questions should
differentiate financial knowledge to permit comparisons across people”.
La primera de las preguntas está formulada como sigue:
“Suppose you had $100 in a savings account
and the interest rate was 2 percent per year. After 5 years, how much do you
think you would have in the account if you left the money to grow: [more
than $102; exactly $102; less than $102; do not know; refuse to answer.]”
Esta misma formulación se recoge en trabajos y presentaciones
posteriores en encuentros y congresos internacionales, por ejemplo, en el
celebrado a mediados de diciembre de 2022 en Río de Janeiro (Financial
Literacy to meet LAC’s future challenges).
El enigma sigue vivo, quince años después[1].
[1] En un trabajo publicado recientemente en EdufiAcademics
se apunta una posible hipótesis explicativa.