Las novelas del siglo diecinueve, más allá de sus contenidos románticos o dramáticos, suelen presentar como atractivo adicional la aportación de una visión de primera mano de las condiciones de vida y de los hábitos económicos de la época. En diversas entradas de este blog se han comentado los vínculos entre la literatura y las finanzas. En ciertos casos, incluso, las detalladas referencias que algunos autores hacen de las rentas vitalicias de los caballeros, de las dotes económicas de las jóvenes casaderas, o de los vaivenes de los títulos de deuda pública son tomadas como fuente primaria por los historiadores y analistas económicos. En otras ocasiones, de los diálogos de los personajes emanan mensajes de sabiduría útiles para la gestión del patrimonio personal o ingredientes de conocimiento económico.
Esto ocurre, por ejemplo, en las primeras páginas de la novela “Los misterios de East Lynne” (Ed. Ático de los Libros, 2019), escrita por Ellen Wood (1814-1887). Ante su delicada situación económica, Lord Mount Severn reconoce que “mis asuntos están en un pésimo estado y debo conseguir de algún modo dinero en efectivo”, por lo que está dispuesto a vender East Lynne. Eso sí, antes de asegurarse de que el posible comprador, a quien recibe en su domicilio, no actúa “en nombre de alguno de mi ladinos acreedores, para sacarme información que no podría obtener de otro modo”.
Cuando el interesado le plantea el precio que espera obtener por la venta de la propiedad, Lord Mount Severn lo remite a sus representantes en asuntos de negocio, si bien le indica que no menos de 70.000 libras: “-Es demasiado, milord -contestó el señor Carlyle con decisión. -Vale mucho más -dijo el conde”, a lo que Carlyle responde diciendo que “Estas ventas forzadas nunca alcanzan el valor real de la propiedad”.
Sabia cautela la manifestada, aunque a veces se ignore al calor de un proceso de euforia en el mercado inmobiliario. Además, como no hace muchos años se evidenció en España y en otros países, una cosa es que se venda un activo en condiciones normales de forma aislada, y otra, muy distinta, que se produzca una avalancha de ventas forzadas. Algo parecido ocurre respecto a las valoraciones globales de grandes paquetes accionariales, cuyo valor puede desmoronarse en caso de que hubieran de realizarse con carácter inmediato en su totalidad.