La posibilidad de celebrar un nuevo referéndum acerca de la salida o la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (UE) parece haber ganado enteros en las últimas semanas. Los partidarios de una nueva consulta están intensificando su presencia en los medios de comunicación y en las calles. Al mismo tiempo, quienes respaldan la salida aprobada en la votación de 2016 o dan por válido y legítimo aquel resultado no vislumbran tal opción, e incluso otros llegan a cuestionar la licitud de la estrategia de recurrir a reiteradas votaciones hasta alcanzar el objetivo deseado.
En la entrada publicada en este blog el pasado mes de agosto (18-8-2018) hacía alusión al complejo panorama existente en torno al Brexit y ponderaba las posibilidades de habilitar un segundo referéndum.
Personalmente, desde un primer momento me llamó la atención que una decisión tan trascendental como aquélla no se sometiera a alguna mayoría reforzada o, al menos, a la de mayoría del censo. Contra la exigencia de mayoría reforzada puede objetarse que no respetaría el espíritu de la regla de la mayoría simple, entendida como la esencia de la democracia. En el otro lado de la balanza, fiar a ese criterio, sin ninguna matización, una cuestión tan crucial puede abocar, como así ha sucedido, a provocar profundas divisiones en el seno de la sociedad.
Por otro lado, aun cuando, una vez definidas las reglas, hay que afrontar los resultados, no sé hasta qué punto cabe deslegitimar una repetición de la consulta. Quizás ésta tendría que estar precedida por la formulación de una pregunta acerca de si procede o no llevarla a cabo. En el caso que nos ocupa se da, además, una circunstancia especial, como es el hecho de las informaciones incompletas, erróneas y sesgadas difundidas al electorado.
En fin, dados los condicionantes existentes, no parece que la opción del segundo referéndum sea ni fácil ni simple. Así lo sostenía hasta ahora un analista tan influyente como Martin Wolf, comentarista económico jefe del diario Financial Times, quien argüía que los costes de otro referéndum excederían de los beneficios, agudizando las divisiones entre la población británica.
Sin embargo, en un reciente artículo (Financial Times, 1-11-2018) reconoce que, puesto que cada vez es más probable que no se alcance ningún acuerdo con la UE o que ningún acuerdo sea ratificado por el Parlamento, se ve inclinado a cambiar su posición.
Según Wolf, “la noción de ‘un votante, un voto, una vez’ no es democracia. Los votantes tienen el derecho a cambiar de parecer, individual o colectivamente”. Apunta, no obstante, la dificultad práctica de seleccionar las opciones a expresar en la nueva consulta, decantándose por las tres siguientes, en lugar de dos: a) acuerdo de salida con la UE; b) salida de la UE sin acuerdo; c) retirada de la notificación de abandonar la UE.
A la vista de cuanto antecede al otro lado del Canal de la Mancha, esa separación que, según Churchill, aislaba a Europa de Gran Bretaña, no puede decirse que haya soluciones ni salidas fáciles para el Brexit. Ninguna es buena, pero da la impresión de que hay algunas que son peores que otras.