27 de julio de 2018

El retorno de la hiperinflación: el caso de Venezuela

Quienes asistimos al nacimiento del régimen democrático instaurado en el año 1977 vivimos en cierto modo nuestra pequeña República de Weimar en la vertiente inflacionaria. Cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas, los precios al consumo crecían por encima del 22% en términos interanuales. Al acabar el año, la tasa anual superó el 26%. Se trataba de un ritmo de crecimiento vertiginoso, desbocado, desconocido para nosotros. Recuerdo las solemnes intervenciones televisivas del profesor Enrique Fuentes Quintana, que había asumido las riendas económicas del Gobierno de la nación. La incipiente democracia se enfrentaba a importantes retos económicos; el control de la inflación era uno de ellos, absolutamente prioritario. No fue una tarea sencilla ni libre de costes, pero el embridamiento de los precios figura entre los logros de la política económica del sistema democrático, que evitó que nuestra economía se despeñara por terrenos escabrosos.

Con tasas actuales que rondan el 2% anual, después de haber despejado el fantasma de la deflación (“Entre el miedo a la inflación y el pánico a la deflación”, diario Sur, 22-11-2013), los españoles estamos habituados a una notable estabilidad de precios. Hoy sería inconcebible retrotraernos a tasas de variación del IPC pre-Pactos de la Moncloa.

La inflación ha ido dejando dramáticos y dolorosos rastros a lo largo de la historia. Y, lejos de lo que pudiera pensarse, no es un fenómeno del pasado. La historia económica también nos enseña que la noción de inflación es bastante elástica, al presentar en la práctica un recorrido extraordinariamente amplio. En comparación con la experiencia de algunos países, las tasas situadas en la cota del 20% anual, que causaron pavor en el inicio de la transición democrática, resultan irrisorias. Los economistas reservan el término hiperinflación cuando los precios aumentan sostenidamente por encima del 50% mensual. Si este umbral lo elevamos al año, nos encontramos ya con una tasa más que respetable, sencillamente del 12.975%.

¿Una cifra muy alta? No tanto, si la comparamos con la registrada en Alemania en el año 1923, cuando se alcanzó una tasa del ¡29.500% mensual!, o, lo que es lo mismo, del ¡20,9% diaria!. A ese ritmo infernal, los precios se duplicaban cada 3,7 días. Pero el ranking histórico de las experiencias inflacionarias, elaborado por Steve H. Hanke y Nicholas Krus, sigue encabezado por Hungría, país que, en el año 1946, llegó a una tasa de inflación mensual del 41.900.000.000.000.000% (¡cuarenta y un mil novecientos billones por ciento!), lo que venía a significar que los precios se duplicaban cada 15 horas. Otros episodios inflacionarios más recientes, como los acontecidos en Zimbabwe y Yugoslavia, reflejan cifras también escalofriantes, igualmente difíciles de asimilar.

Desde hace algún tiempo, la escalada de los precios en Venezuela ha hecho entrar a este país caribeño -hasta no hace mucho postulado por algunos sectores como referencia económica y doctrinal frente a las desdichas padecidas en España- en la zona de dominio de la hiperinflación. Hace unos meses, al explicar a mis alumnos los efectos de la inflación en el IRPF, se suscitó el caso de Venezuela como una de las potencias inflacionarias actuales. Uno de los estudiantes realizó una defensa encendida del régimen allí vigente, por considerar que es uno de los pocos sitios donde los ciudadanos son dueños de su propio destino, sin ningún tipo de injerencia externa. Al no ser ese, pese a su interés, el objeto de la sesión formativa, me limité a apuntar simplemente que, como señalaba un artículo del Financial Times de finales de mayo de este año, además, a diferencia de España, donde el salario mínimo mensual, es de unos 860 euros, allí había logrado alcanzarse una cifra millonaria, concretamente, de 2,5 millones de bolívares. Una vez que todo el mundo es millonario, quizás importa menos que esa suma equivaliese a menos de 3 dólares.

El gobierno del país hace tiempo que dejó de publicar los datos oficiales de inflación. Ya se sabe, es un dato bastante manipulable informativamente. De ahí que para conocer la evolución de ese indicador económico haya que recurrir a estimaciones no oficiales. Según un informe del Fondo Monetario Internacional de fecha 23 de julio de 2018, firmado por Alejandro Werner, se proyecta un notorio alza en la inflación de Venezuela hasta alcanzar la cota de 1.000.000% hacia finales de 2018.

Como comenta Gideon Long (Financial Times, 24-7-2018), de cumplirse la previsión del FMI, Venezuela se equipararía a la República de Weimar, aunque con una ventaja no desdeñable. Mientras que en la Alemania de entonces la gente transportaba los billetes bancarios en carretillas, los venezolanos pueden usar tarjetas de crédito para hacer compras. Después de todo, como argumenta Steven Pinker, el progreso sigue su curso.

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