24 de marzo de 2018

Economía y juicios de valor: el valor de los antinegacionistas

¿Puede existir una ciencia neutral? ¿Puede establecerse una diferenciación entre una “ciencia burguesa” y una “ciencia proletaria”? ¿Puede haber una Economía libre de juicios de valor?

He de confesar que cuando, por primera vez, en la Facultad de Económicas, me explicaron la distinción entre la Economía Positiva y la Economía Normativa, sentí un considerable alivio. Aquella ciencia tan cuadriculada en sus esquemas metodológicos permitía incorporar, de manera abierta, juicios de valor en el análisis de los problemas sociales. Al fin y al cabo, todos tenemos juicios de valor, cuya expresión resulta bastante más fácil que la tarea de resolver complejas ecuaciones diferenciales. La vertiente normativa de la Economía parecía ser una válvula para su democratización, para que nadie quedase excluido de la posibilidad de adentrarse en una ciencia que, en su evolución, se había ido convirtiendo cada vez más en un satélite de las Matemáticas.

Es cierto que la incorporación explícita y diferenciada de juicios de valor es un pilar metodológico de suma trascendencia. De su formulación no cabe excluir a nadie. Sin embargo, ese enfoque es el que posibilita que la Economía sea más científica y, paradójicamente, libre, hasta donde resulta posible, de juicios de valor y de apreciaciones subjetivas. Por su propia naturaleza, no cabe discutir acerca de los juicios de valor; pueden plantearse los que se consideran oportunos (dentro de los límites una mínima racionalidad). Pero, una vez que se han manifestado, ya no hay lugar para la subjetividad. Debe buscarse la mejor solución para alcanzar el objetivo señalado desde el ámbito de los juicios de valor, a partir de un proceso de construcción científica. Las puertas que la Economía Normativa aparentemente abre a cualquier persona quedan pronto cerradas. Como en cualquier otra disciplina científica, hay que ser un especialista para elaborar proposiciones científicas.

Esta regla, que vemos con naturalidad respecto a la mayoría de las ciencias, no se cumple en la práctica en relación con la Economía. Cualquier intelectual ajeno a la Economía, cualquier artista o cualquier político se considera plenamente capacitado para sentar cátedra en los dominios de la ciencia económica y sus aplicaciones.

¿Por qué ese asimetría? Sin duda, el carácter social de la Economía es una causa explicativa, a la que viene a añadirse la influencia directa de los problemas económicos en la vida de las personas. Las enormes divergencias tanto en teorías explicativas como en las líneas de acción recomendadas son un elemento que tiende a desacreditar el oficio de economista y, de manera destacada, una suerte de invitación para todo tipo de ideas y propuestas.

¿A qué pueden obedecer tales contrastes entre los economistas? ¿Es posible que algunos de ellos no actúen como tales, sino que se vean condicionados por su ideología?

Esa es justamente la tesis que se sostiene en un libro reciente de los economistas franceses Pierre Cahuc y André Zylberberg, “El negacionismo económico”, publicado en Francia en 2016 y en 2018 en su versión española. En esta se añade un subtítulo bastante significativo: “Un manifiesto contra los economistas secuestrados por su ideología”.

No había tenido conocimiento del mismo hasta que una persona allegada me lo ha hecho llegar. Mi agradecimiento es doble. Ciertamente merece una lectura atenta; también, una profunda reflexión sobre las consideraciones expuestas. Se trata de una obra a contracorriente y poco complaciente con el estado de opinión prevaleciente social y políticamente respecto a las cuestiones económicas, además de abiertamente opuesta a los autodenominados “economistas aterrados”. Si lo pensamos bien, dadas las condiciones en las que en los últimos tiempos tiene lugar el debate sobre los problemas económicos, hay que tener poco juicio o mucho valor para posicionarse en tales términos como lo hacen los autores.

En una próxima entrada espero poder recoger una reseña del referido libro. Hoy, al meditar sobre estas cuestiones, tampoco he podido evitar evocar un párrafo que leí en el conocido manual de N. Piskunov “Cálculo diferencial e integral” (Montaner y Simón, 1970). Durante mi prestación del servicio militar en Tenerife coincidí con un físico nuclear catalán, Joan Solà i Peracaula, a quien le pedí que me recomendara un buen texto para repasar y practicar dicha modalidad de Cálculo, tan relevante en la disciplina a la que pretendía dedicarme tras finalizar el período de conscripción. Compré el texto en la librería Rodin de Santa Cruz, en la que trabajaba a tiempo parcial otro recluta de nuestra misma unidad de Hoya Fría. El libro me costó, según consta en su primera página, 1.100 pesetas (31,21 euros a precios de hoy), aunque me hicieron algún descuento. Corría el año 1980.

En el capítulo primero, al hablar de magnitudes, variables y constantes, se recoge lo siguiente: “Federico Engels escribe en Dialéctica de la naturaleza: ‘La magnitud variable de Descartes señaló un cambio de rumbo en la matemática. Introdujo el movimiento y, con él, la dialéctica, y se hicieron inmediatamente indispensables, el cálculo diferencial e integral’”. La edición original del magnífico manual fue publicada en Moscú en el año 1966.

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